Capítulo 61: La última melodía
La oscuridad de la habitación era densa, como un manto que la envolvía sin pedir permiso.
Lili estaba sentada en el suelo, con la libreta cerrada a un lado y el rostro hundido en las rodillas.
Cada latido de su corazón dolía con la fuerza de un puñal,
un ritmo constante que le recordaba todo lo que había perdido.
No podía más.
No soportaba el peso de la ausencia, la mentira, el odio.
Pensó en Zess.
En su risa, en su guitarra, en aquellas tardes donde
juntos soñaban con un futuro lleno de canciones.
“Quizás allá, con él, todo esto no duela.”
La idea de partir se convirtió en un susurro constante.
Una promesa silenciosa.
Preparó un pequeño bolso con lo esencial.
No quiso que nadie la encontrara.
No quiso despedidas ni lágrimas.
Antes de irse, tomó la libreta.
Abrió una página en blanco y escribió:
“Querido Joseph,
Te dejo esta melodía para que me recuerdes.
No pude quedarme aquí más tiempo.
Perdóname.
Lili.”
Guardó la libreta, se levantó y miró la puerta una última vez.
La noche era tibia.
Las calles vacías.
Lili caminó sin rumbo, con el corazón tan roto que cada paso le parecía un adiós definitivo.
Finalmente, llegó a un acantilado que conocían desde niña.
El viento jugaba con su cabello y el mar rugía debajo.
Se sentó en el borde, mirando el infinito, buscando paz.
Cerró los ojos.
Recordó a Zess cantando aquella melodía bajo la lluvia.
Y con una última inspiración, se dejó llevar.
Pero justo en ese instante, su teléfono vibró.
Un mensaje de Joseph.
“Por favor, Lili, no te rindas. Estoy aqui. No estás sola.”
Las lágrimas comenzaron a rodar.
No por miedo ni culpa.
Sino por la esperanza que, aunque pequeña, aún seguía viva.
Capítulo 62: Última nota
El teléfono vibró en la penumbra de la habitación silenciosa.
Lili lo tomó con manos temblorosas, la pantalla iluminando su rostro pálido.
Era un mensaje para Joseph, acompañado de un archivo de audio.
Su última canción.
Una melodía triste, con palabras quebradas, un adiós que se sentía en cada nota.
Mientras la canción llenaba el pequeño cuarto, Lili se levantó.
Sin mirar atrás, tomó su mochila, y salió hacia el acantilado.
Cada paso era pesado, pero decidido.
El viento frío le acariciaba el rostro, mezclándose con sus lágrimas.
Joseph y Anyu estaban a pocos minutos.
Habían seguido las pistas con desesperación, guiados por el miedo que no la encontraban.
Cuando llegaron al borde del acantilado, vieron su silueta.
Ella estaba allí, mirando el horizonte.
—Lili —llamó Joseph con voz rota—. Por favor, no lo hagas.
Ella giró lentamente, su mirada perdida.
Un suspiro.
Y luego, sin más, se lanzó al vacío.
Joseph y Anyu solo pudieron ver cómo caía.
El mar la recibió con un golpe frío y violento.
Joseph gritó, corrió hacia la orilla, intentando alcanzarla.
Pero las olas eran crueles, y la noche demasiado oscura.
Capítulo 63: Entre las olas y el silencio
La noche había caído pesada sobre la costa,
como un manto oscuro que absorbía todo sonido, todo color.
Joseph y Anyu habían llegado justo a tiempo para ver a
Lili lanzarse al mar,
pero el agua la engulló con una rapidez que paralizó sus movimientos.
Joseph apenas pudo gritar su nombre antes de que el vacío se tragara su figura.
Mientras se arrodillaba al borde del acantilado,
temblando, el teléfono vibró en su bolsillo.
Joseph lo sacó con manos que apenas le respondían.
Una notificación.
Un archivo de audio.
Un mensaje.
Lo abrió sin poder creerlo.
Era la canción.
La última canción.
Y junto a ella, unas pocas palabras que cortaron su respiración:
“Lo siento por todo. Me voy con mi hermano.”
El sonido de la melodía invadió la noche, triste y frágil.
Joseph la escuchaba una y otra vez,
como buscando en esas notas una razón para no perder la esperanza.
Pero la oscuridad lo consumía.
Anyu lo tomó del brazo, intentando que respirara.
—Tenemos que llamar a la guardia costera
—dijo con voz firme—. No podemos quedarnos aquí esperando.
Las horas siguientes fueron una mezcla de desesperación y angustia.
Las luces de los barcos surcaban el mar,
iluminando la superficie en búsqueda de un cuerpo, una señal, un milagro.
Joseph no dejaba de mirar el agua,
temiendo que en cualquier momento la corriente
se llevara para siempre lo que quedaba de ella.
Anyu intentaba mantenerse fuerte,
pero sus ojos estaban enrojecidos por el cansancio y las lágrimas.
Mientras esperaban, Joseph se aferraba a la idea de que quizá
Lili seguía ahí, luchando contra las olas,
que el mar no había terminado con su historia.
Pero la incertidumbre era un
monstruo que devoraba la esperanza a cada segundo.
Finalmente, la guardia costera informó que el rescate sería suspendido
hasta el amanecer debido a la oscuridad y el mal clima.
Joseph sintió que el suelo se abría bajo sus pies.
—No puedo perderla —susurró, sin fuerzas para llorar ni gritar.
La noche se alargó, interminable y cruel.
El mar guardaba sus secretos.
Y Joseph se quedó mirando el horizonte,
con la última canción de Lili sonando en sus oídos,
preguntándose si algún día encontraría la fuerza para seguir.
Capítulo 64: Ecos en la tormenta
El amanecer llegó gris y pesado,
con nubes bajas que parecían llorar junto a Joseph.
Sentado en el muelle, con el teléfono en la mano,
se sentía atrapado entre la esperanza y la desesperación.
Cada vez que sonaba un mensaje, esperaba una señal.
Pero solo llegaban preguntas, rumores, y titulares crueles.
Los medios no tardaron en descubrir lo ocurrido.
Los portales de noticias explotaron con titulares sensacionalistas:
“La estrella de República Dominicana desaparece tras escándalo con Joseph Tamashi.”
“¿Intento de suicidio o truco publicitario?
El misterio que conmociona a Latinoamérica.”
“Joseph Tamashi rompe el silencio tras la tragedia.”
Los comentarios en redes se dividían entre quienes apoyaban y quienes atacaban sin piedad.
Joseph evitaba las cámaras.
Sabía que cada palabra podía ser usada en su contra, cada silencio interpretado como culpa.
Pero en su interior, la batalla era aún más feroz.
Recordaba la risa de Lili, la fuerza en sus ojos, y la fragilidad que nunca mostró.
Se preguntaba si había fallado, si podría haber hecho más, si el amor a veces no es suficiente.
Anyu estaba a su lado, firme y callada.
—No estás solo —le dijo una tarde,
mientras él observaba el horizonte—. Lili sabe cuánto la amas.
Joseph no podía responder.
La culpa y el dolor le pesaban como una losa.
Mientras tanto, en las calles y hogares, la gente seguía hablando de Lili.
Su nombre ya no era solo el de una cantante.
Era el símbolo de una lucha silenciosa contra la presión, el odio y la soledad.
Y aunque el mar guardaba su secreto,
su historia apenas comenzaba a ser contada.
Capítulo 65: Entre la tormenta y el silencio
Los días siguientes se volvieron un ciclo interminable de entrevistas,
llamadas y declaraciones públicas.
Joseph sentía que cada palabra era una batalla.
—¿Qué pasó con Lili? —le preguntaban una y otra vez—.
—¿Fue culpa tuya? —insistían algunos periodistas—.
—¿Volverás a cantar? —la pregunta que más temía.
Él respondía con cautela,
evitando dar detalles que pudieran alimentar los rumores.
En privado, Joseph luchaba con la culpa que no podía compartir.
Cada noche repasaba mentalmente cada encuentro,
cada mensaje, preguntándose dónde falló.
Se culpaba por no haber estado ahí cuando más la necesitaba.
Pero también había momentos en que recordaba la fuerza de Lili.
La manera en que su voz podía iluminar la oscuridad.
Y esos recuerdos le daban un pequeño respiro, una chispa de esperanza.
Anyu se convirtió en su apoyo más fuerte.
—Tienes que cuidar de ti —le decía—. Solo así podrás ayudar a Lili.
Joseph asintió, aunque sabía que el camino sería largo y doloroso.
Mientras tanto, la presión mediática seguía aumentando.
Los seguidores de Lili y Joseph se dividían,
creando una comunidad de apoyo, pero también de odio y malentendidos.
Joseph sentía el peso de ser el centro de una
tormenta que amenazaba con destruir todo.
Pero en medio de todo, se prometió a sí mismo no rendirse.
Porque para él, Lili no era solo una cantante o una historia viral.
Era la razón por la que seguía luchando.
Capítulo 66: La búsqueda y los recuerdos
La presión de los días no había amainado, pero Joseph sentía que debía actuar.
Ya no bastaban las esperas ni las palabras vacías en entrevistas.
Con la carta en la mano y
el eco de la última canción de Lili en su mente, comenzó a trazar un plan.
Anyu estaba junto a él en el pequeño apartamento que ahora llamaban base de operaciones.
—Tenemos que buscar en cada rincón
—dijo Joseph con determinación—. No podemos esperar a que alguien más la encuentre.
Anyu asintió, tomando notas.
—Voy a contactar a la guardia costera, a los hospitales, refugios, hasta a voluntarios.
Joseph miró por la ventana, pensando en ella,
en su sonrisa y en la manera en que sus ojos reflejaban luz incluso en la oscuridad.
Mientras organizaban mapas y números, Joseph se dejó llevar por los recuerdos.
Recordó la primera vez que la vio, tan tímida y brillante a la vez.
La voz temblorosa en su primer stream,
la risa nerviosa cuando los dos comenzaron a componer juntos.
Los momentos de silencio compartido, tan llenos de significado.
Pensó en la canción que habían escrito juntos,
aquella que hablaba de esperar y luchar por algo imposible.
Aquella canción que, sin saberlo,
ahora se había convertido en su himno de esperanza.
Joseph recordó las largas noches de llamadas y mensajes,
donde compartían sus miedos y sueños.
Los secretos que nunca dijeron en voz alta,
las promesas hechas en susurros.
Y cómo, a pesar de la distancia y las dificultades, habían construido algo verdadero.
Volvió a la realidad con la voz de Anyu llamándolo.
—Recibí una respuesta de un refugio cerca de la costa —dijo—.
Dijeron que vieron a una chica que coincidía con la descripción.
El corazón de Joseph se aceleró.
—Vamos —dijo con firmeza.
La búsqueda comenzaba, y con ella, la esperanza de recuperar a la Lili que todos amaban.
Pero Joseph sabía que más allá del rescate físico,
también debía estar preparado para sanar las heridas invisibles.
Para entender que el camino sería largo y que el amor, a veces, solo es el primer paso.
Capítulo 68: Ecos del pasado
Anyu recordaba con dolor las noches en que
Lili regresaba a casa después de los ataques en redes.
La joven cantante, antes llena de vida, ahora llegaba rota,
con lágrimas que se escondían tras una sonrisa forzada.
—“Todo estará bien,” —
le decía Anyu, abrazándola con fuerza—. “No dejes que ellos te quiebren.”
Pero la tormenta no cesaba.
Cuando Kaori lanzó su versión de la segunda canción del álbum,
el ataque se intensificó.
Los mensajes hirientes volvieron con más fuerza,
las comparaciones crueles y las insinuaciones maliciosas.
Anyu veía cómo Lili se encerraba aún más en sí misma.
Cada noche terminaba con largas
conversaciones tratando de calmar su miedo y su tristeza.
—“No estas sola, Lili,” —susurraba Anyu—. “Yo estoy aquí.”
Pero en el fondo, Anyu temía no ser suficiente.
Temía que el peso de todo fuera demasiado para la amiga que amaba.
Capítulo 69: El adiós oficial
Una semana había pasado desde que Lili desapareció en las aguas oscuras del mar.
Las esperanzas, que se mantenían como un hilo frágil,
se fueron deshilachando con cada día que pasaba sin señales.
Las autoridades finalmente emitieron un comunicado oficial:
“Después de una búsqueda exhaustiva y sin indicios de supervivencia,
se declara fallecida a la joven cantante y streamer Lili Saito.”
Joseph recibió la noticia en un silencio absoluto.
Se sentó en el suelo del apartamento, con la carta de
Lili en las manos, mientras su mente se negaba a aceptar la realidad.
Las lágrimas brotaron sin control.
Anyu lo abrazó con fuerza,
compartiendo el dolor que parecía imposible de sobrellevar.
—No estás solo —susurró—. No la olvidaremos.
Los fanáticos y la comunidad en línea lloraban a su ícono,
compartiendo recuerdos, canciones, y mensajes de despedida.
Pero para Joseph, la pérdida era más profunda que
cualquier palabra o melodía.
Era la ausencia de un futuro que nunca pudo ser.
La declaración oficial cerraba un capítulo, pero para ellos,
la historia de Lili apenas comenzaba a sanar.
Porque a veces, decir adiós no es más que
el primer paso para aprender a vivir con el vacío.
Capítulo 70: El peso del silencio
La noticia de la muerte de Lili cayó como una losa,
aplastando todo a su paso.
Para Joseph, no hubo lágrimas al principio.
Solo un vacío brutal que le consumía desde adentro.
El dolor no era dulce ni melancólico. Era frío, cruel, intransigente.
Perder a alguien que amabas era como perder el suelo bajo los pies,
como sentir que cada respiro se volvía una lucha inútil.
Las noches se hicieron interminables, sin sueño ni descanso.
Cada rincón de su casa le recordaba a ella.
Su risa ausente. Su música silenciada.
Anyu también estaba rota,
pero seguía intentando mantenerse firme por ambos.
No había consuelo, solo un duelo lento y
despiadado que los dejaba exhaustos y sin ganas.
El mundo seguía girando, pero para ellos todo se había detenido.
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