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sábado, 19 de julio de 2025

SUSURRO A LA DISTANCIA CAPITULO 181 - 190

🕰️ Capítulo 181: Las 3 a.m. también son parte del amor

El reloj del hotel marcaba las 3:14 a.m.

Joseph estaba sentado al borde de la cama,

con una taza de té en las manos, mirando cómo

Lili caminaba por la habitación en bata, descalza,

con el cabello desordenado y una expresión entre frustración y resignación.

—¿Dormiste al menos una hora? —preguntó él.

—Cuarenta y siete minutos —respondió ella, bostezando—.

Me rendí cuando soñé que comía sushi y desperté con náuseas.

Joseph le ofreció un sorbo de su té.

—Está tibio. Manzanilla con miel. Lo trajo el conserje hace un rato.

—Eres un esposo decente, Tamashi.

—¿Solo decente?

Lili sonrió por primera vez en la madrugada.

—Bueno, esta noche vas ganando puntos. Estás despierto conmigo,

y no estás haciendo preguntas innecesarias.

—Como por qué estás oliendo cada almohada del cuarto como si fueran sospechosas.

—¡Una huele raro! No sé cuál es, pero hay una que tiene olor a cloro y lágrimas.

Joseph rió bajito, mientras ella se dejaba caer a su lado en la cama,

sin dignarse a cubrirse con la sábana.


—¿Te pasa que sientes que no sabes dónde estás? —preguntó ella de repente—.

Como si tu cuerpo llegó a Japón pero tu mente aún estuviera en casa,

o flotando entre los días…

Joseph asintió.

—Sí. Es como un jetlag emocional. Extraño estar en nuestra cama,

pero también me emociona estar aquí. Y aún así, tengo miedo.

De todo lo que viene. De que se nos acabe este tiempo otra vez.

—Yo también.

—Pero al menos estamos juntos —añadió él.

Ella se giró para mirarlo.

—¿Hasta cuándo, Joseph?

Él dejó la taza en la mesa de noche. La tomó de la mano.

—Hasta donde tú quieras.
Hasta donde el amor nos dé.
Y si alguna vez sientes que no puedes… entonces te amaré más fuerte.

Lili se acercó, apoyando la frente en su pecho.

—Tengo miedo. No solo del escenario. También de lo que puedo sentir…

ahora que todo volvió. Los sueños, los sonidos, el mar. Zess.

Joseph le acarició el cabello.

—No tienes que superarlo todo de golpe. Puedes solo...

existir. Ser tú. Respirar. Yo estaré aquí, aunque no seas quien fuiste.
Aunque seas solo tú, sin música, sin cámaras. Aunque seas Lili…

a las 3:14 a.m., oliendo almohadas y sin poder dormir.

Ella rió bajito. Esa risa que ya conocía, que sonaba como un

pequeño fuego encendiéndose en la oscuridad.

—Te amo.

—Yo más.

—Imposible.

—Totalmente posible —susurró él, bajando la cabeza hasta que sus

labios rozaron los de ella.

Y allí, en medio de la confusión horaria, el insomnio y el agotamiento emocional,
se encontraron como la primera vez:
dos corazones ajustándose al mismo ritmo,
aunque el mundo estuviera del otro lado del día.


🇯🇵 Capítulo 182: Perdidos en Tokio (y en antojos)

El sol apenas comenzaba a iluminar los edificios cuando

Lili abrió los ojos, esta vez sin mareo ni náuseas.
A su lado, Joseph dormía boca abajo, con el cabello enredado y

la sábana a medio cuerpo desnudo..

Ella sonrió.
Tenía ganas de caminar. De estar afuera. De vivir.

—Oye… despierta. —Le acarició la espalda suavemente—. Tengo un antojo.

—¿De mí?

—No seas fresco. De plátano maduro con queso.

Joseph giró apenas, con un ojo entreabierto.

—Estás en Tokio. No en el mercado de la Duarte, mi amor.

—Y eso me parece una injusticia universal.


Una hora después, caminaban por las calles de Shibuya.

Joseph con gorra y gafas oscuras, Lili con un hoodie grande,

su rostro casi cubierto, pero sin dejar de mirar

todo con la emoción de quien había vuelto a nacer.

—¿Sabes qué me gusta de aquí? —dijo ella—.

Que la gente no mira tanto. Es como si respetaran el espacio.

—Aquí, sí. Pero en el evento, te van a mirar como si fueras un eclipse.

—Entonces que miren. Pero hoy, soy solo yo. Nada de “la voz misteriosa”.

Nada de entrevistas. Solo… Lili, y el hombre que amo.

Joseph le apretó los dedos con fuerza.

—Y si encontramos queso, ¿crees que puedas convencer a alguien de freír plátano?

—No lo subestimes. Soy dominicana.
Puedo hacer lo que sea con una sartén y una sonrisa.


Terminaron en un mercado pequeño,


donde un anciano les ofreció algo parecido a lo que buscaban:

batata asada con queso cremoso.

—Esto no es plátano maduro, Joseph Tamashi.

Pero voy a fingir que lo es.

Él tomó una foto del momento.

—¿Para subirla?

—No —respondió, guardando el teléfono—. Para recordarte,

cuando se te olvide, que eres feliz incluso cuando no tienes plátano.


Después caminaron sin rumbo.

Se tomaron selfies en las calles secundarias,

rieron al ver carteles mal traducidos,

y compraron dulces sin saber lo que decían.
Joseph le compró un abanico de papel con flores, y

Lili encontró una tienda de instrumentos donde se

quedó mirando un piano digital más de la cuenta.

—¿Quieres uno?

—Quiero volver a hacer música —respondió, bajito—.

Pero no como antes. No por fama. Solo por mí.

—Entonces hazla. Yo te acompaño.


Esa tarde, antes de volver al hotel, se detuvieron en un parque.
Lili se recostó en su hombro.

—¿Te imaginas si esto hubiera sido diferente?

Si nunca me hubieras encontrado. Si hubiera sido solo Mia.

—Entonces me habría enamorado de Mia.
Y luego habría conocido a Lili…
Y me habría enamorado otra vez.

Ella lo miró.

—¿Y si mañana me olvido de nuevo?

Joseph le besó la frente.

—Entonces volveré a buscarte.

Las veces que haga falta.

Y así, entre risas, dulces extraños y un antojo de plátano que quedó pendiente,
descubrieron que Tokio también podía ser hogar,
cuando el corazón sabía a quién tenía a su lado.


📱 Capítulo 183: Conexiones que no necesitan cables

La tarde había caído sobre Tokio.
El cielo comenzaba a teñirse de naranja, y dentro del hotel,

Lili estaba sentada junto a la ventana con una manta

ligera sobre los hombros, mientras

Joseph preparaba té en la pequeña cocina del cuarto.

—Anyu me escribió hace rato. Dijo que quería hablar con nosotros.

—¿Nosotros? —respondió Joseph, sirviendo las tazas—. ¿O contigo?

—Con ambos. Aunque me apostaría un té frío a que quiere

verme a mi para asegurarse de que me cuidas bien.

—¿Té frío? Eso es guerra en palabras dominicanas.


La pantalla del celular se encendió.
Anyu apareció en primer plano, con Alex a su lado.

Ambos estaban en el pequeño estudio de grabación,

con los audífonos colgando y sonrisas de “tenemos chismes y queremos hablar”.

—¡Al fin! —exclamó Anyu—. Pensé que se habían olvidado

de nosotros con tanto sushi, luces y amor.

—¿Sushi? —replicó Lili con una mueca—. Mi amor, aquí

estamos sobreviviendo con batata con queso.

Joseph aún me debe plátano maduro.

—¡Imperdonable! —dijo Alex—. Devuélvela a RD de inmediato.

Todos rieron.

Joseph apareció detrás de Lili, pasando un brazo sobre sus hombros.

—Hola, familia.

—Hola, cuñado —respondió Alex con una sonrisa pícara—. ¿Cómo va todo por allá?

—Tranquilo. Por ahora. Empezamos ensayos esta semana.

—¿Y tú, Lili? —preguntó Anyu, más seria esta vez—. ¿Cómo te sientes…

realmente?

Hubo un pequeño silencio. Lili bajó la mirada.

—Me siento… viviendo. Cada día un poquito más. A veces me pierdo,

pero Joseph me alcanza. Y a veces solo quiero quedarme en esta burbuja un rato más.

—Quédate lo que necesites —dijo Anyu—. El mundo puede esperar.

Ya esperó seis meses.
Y cuando decidas volver del todo, aquí estaremos.

—Gracias —susurró Lili, con los ojos un poco brillosos.


—Ahora, díganme —interrumpió Alex con una sonrisa traviesa—:

¿cuándo es el baby shower?

Porque Joseph, tú y yo sabemos que ya Lili

empezó a tocarse la barriga cada vez que se ríe.

—¡Alex! —Lili lo fulminó con la mirada, aunque reía—.

No empieces con tu lengua suelta. No hay fecha. Aún.

—Y eso que no sabe si será un niño, una niña…

o si vienen dos —añadió Joseph, riendo.

Anyu se tapó la cara.

—No me den esperanzas falsas.

Si vienen dos, yo pido ser madrina de uno.

—¿Y tú, Alex? —preguntó Joseph.

—Yo ya tengo planes de bautizo, cumpleaños y herencia.

Tú no sabías, pero firmaste un contrato.


La llamada siguió entre bromas, risas, planes para el futuro y

promesas de reencuentros.

Cuando colgaron, Lili se quedó abrazada a Joseph, con la mirada

perdida en la pantalla apagada.

—A veces extraño demasiado. Todo.
Mi casa.
Mi gente.
Mi hermano.

Joseph besó su frente.

—Ya estamos volviendo a construir. A nuestra manera. Paso a paso.

—¿Y si me rompo otra vez?

(me tiene harta con esa pregunta, mija si te rompes te pegamos con adhesivo)

—Entonces estaré ahí, con cinta adhesiva,

pegamento y mi corazón. (oh me escucho el Joseph)


Y aunque la conexión se cortó, las palabras quedaron flotando.
Porque a veces, los hogares no tienen paredes, tienen personas.
Y a Lili, ese día, le bastaron dos voces
desde otro país para saber que aún tenía raíces…
incluso del otro lado del mundo.



 Capítulo 184: Tostadas, té y un no rotundo

El reloj marcaba las diez y media cuando Joseph abrió un solo ojo.

—¿Qué hora es…?

—Hora de que alguien se levante y prepare el desayuno.

—Yo cociné ayer —murmuró él, dándose la vuelta.

—Té con pan no cuenta como desayuno, amor mío.
Y esta bebé quiere tostadas, mantequilla, y jugo de naranja.

Joseph se incorporó, despeinado, con la camiseta arrugada y una sonrisa perezosa.

—¿Tú bebé o mi bebé?

—Ambos. Pero una de ellas aún no ha terminado de formarse.

Mientras el pan saltaba de la tostadora y Joseph exprimía naranjas

con una torpeza adorable, Lili hojeaba una libreta donde había estado

escribiendo nuevas letras.

Joseph la miró de reojo.

—¿Estás escribiendo canciones a escondidas?

—Estoy escribiendo pensamientos.
Si luego suenan bonito, tal vez les ponga música.

—¿Puedo ver?

—Cuando tenga forma —respondió, cerrando la libreta con una sonrisa—.

Por ahora son solo cosas sueltas…
como yo.

Joseph se acercó y le dejó un beso en la sien.

—Cada cosa suelta que escribas ya es parte de ti. Y eso la hace perfecta.


Sentados en el pequeño comedor del hotel, entre tostadas y jugo,

Lili rompió el silencio:

—No quiero baby shower.

Joseph levantó la mirada.

—¿No?

—No ahora. No me malinterpretes, estoy feliz…

pero no quiero cámaras, gente, fotos decoradas, sorpresas. Quiero vivir esto a mi ritmo.
Sin focos. Sin prensa.
Sin que la gente diga cómo debería sentirme o verme.

Joseph asintió lentamente.

—Está bien. Será solo nuestro.
Como el primer te amo.
Como esta tostada.

—Qué cursi. Y qué tierno.

—Es mi trabajo.


Pasaron la tarde viendo una serie vieja que a Lili le encantaba de niña.

Joseph no entendía nada, pero la miraba reír con esa ternura que solo alguien muy

enamorado podía sostener por horas.

—¿Tú crees que eso se herede?

—¿El gusto por novelas viejas?

—No —rió ella—. La forma en que me miras.

Joseph se inclinó, le tomó la mano y dijo sin pensar:

—Si el bebé nace con tus ojos, lo miraré igual.
Y si no… lo miraré igual también.

—Te amo —susurró Lili—. A veces me da miedo decirlo… por si todo esto se rompe otra vez.

—Entonces dilo en voz baja —respondió él, acariciándole la mejilla—. Pero no dejes de decirlo.


Esa noche, no hubo antojos, ni sobresaltos, ni escenas virales.
Solo una habitación tranquila, dos tazas de té frío olvidadas sobre la mesa,
y una decisión que no necesitó aprobación de nadie:

"Quiero vivir esto a mi manera, Joseph. Y gracias por no intentar cambiarlo."



🍼 Capítulo 185: Donde empieza una familia

Era domingo en Tokio.

El cielo estaba gris, el viento fresco se colaba por las ventanas del hotel,

y Lili seguía en pijama a las once y cuarenta de la mañana.

—Si me miras así otra vez, voy a pensar que te gustan las ojeras.

Joseph sonrió desde la cocina, apoyado en el marco de la puerta.

—Me gustan tus ojeras, tu pijama arrugado, y que tengas tres antojos distintos en cinco minutos.

—No quiero hacer baby shower.

—¿Otra vez con eso?

—Sí, porque lo necesito decir en voz alta más de una vez.
No quiero adornos rosas ni azules, ni fotos falsas sonriendo con gente que apenas conozco.
No quiero esconder lo que realmente siento detrás de un pastel.
Ni aceptar regalos de marcas que hace un mes me querían ver destruida.

Joseph se acercó, se sentó junto a ella en el sofá y le tomó la mano.

—No vamos a hacer nada que no quieras.
Vamos a celebrar a nuestra manera.
Con arroz, películas viejas, y canciones sin nombre.

Lili se apoyó en su pecho.

—Gracias por quedarte.

—No hay otro lugar en el mundo donde quiera estar.


Después del almuerzo, Joseph acomodó el portátil

frente a ellos en la mesa baja de la sala.

(estaban en una suite, osea un acogedor departamento en miniatura)

—¿Estás segura de que quieres hacer esto?

—Sí. Es hora.

Joseph apretó el botón de videollamada.

La pantalla se iluminó.
Los rostros de sus padres aparecieron con sonrisas contenidas y ojos brillosos.

—¡Hola, mamá! Hola, papá.

—¡Mi hijo! ¡Mi nuera! —gritó su madre en español—.

¡Mira nada más, qué hermosa está!

Lili saludó, tímida.

—Hola, señora Tamashi… señor Tamashi.

—¡Llámame Gisela, por favor! Y yo soy Gaspar —añadió el padre,

con una sonrisa amable.

Joseph sonrió. Sabía que sus padres estaban emocionados.

Pero esta vez era diferente.

—Tenemos algo que contarles… oficialmente.

Gisela se llevó las manos al rostro.

—¡¿Están esperando un bebé?!

—Sí —respondió Lili—. Tengo tres meses. No lo habíamos dicho antes…

por todo lo que pasó.

Hubo un momento de silencio.

Y luego, lágrimas. Risas. Preguntas.
"¿Ya saben si es niña o niño?"
"¿Tienes antojos raros?"
"¿Van a criarla allá o aquí?"

Lili se sintió abrumada. Joseph lo notó.

—Todo poco a poco, mamá. Lo importante es que

Lili está bien, y que la bebé está sana.
Estamos construyendo algo nuevo. A nuestra manera.

Gisela miró a Lili.

—Solo queremos que sepas que ya eres parte de esta familia.
Y que si algún día quieres venir a nuestra casa a quedarte, será tuya también.

Lili se emocionó. Sintió algo cálido en el pecho.
Era como si, por fin, después de tanto, alguien le dijera: tú también perteneces.


Cuando la llamada terminó, Lili se quedó mirando la pantalla apagada por unos segundos.

—Tu mamá me recordó a la mía un poco —susurró—.
No por cómo se ve, sino por cómo se siente hablarle.

Joseph le acarició el cabello.

—¿Estás bien?

—Estoy mejor.
Y estoy cansada.
Y me da miedo… todo.

—Yo también tengo miedo —dijo Joseph—.
De hacerlo mal, de no ser suficiente, de que vuelvas a caer.
Pero si tengo que vivirlo todo, prefiero hacerlo contigo.


Más tarde, mientras veían una película con subtítulos,

Lili se quedó dormida sobre el pecho de Joseph.

Él miró su rostro sereno, y bajó la vista a la pequeña curva

que apenas empezaba a notarse en su vientre.

—No sé si seré el mejor padre del mundo —le susurró—.
Pero voy a darte todo lo que tenga… a ti, y a ella.

La luz tenue del atardecer entraba por la ventana.

Y en ese rincón del mundo, lejos del escándalo y la fama,
una familia empezaba a tomar forma…

No con una fiesta,
no con titulares,
sino con susurros, tostadas, y amor.


🎤 Capítulo 186: Luces de Tokio, latidos compartidos (Día 0)

Tokio vibraba.

Las pantallas gigantes del cruce de Shibuya mostraban

el teaser del evento musical más esperado del mes:
“Tamashi: Resonancia en tres actos.”

Tres días.
Tres escenarios distintos.
Tres formas de contar una misma historia a través de música, visuales, colaboraciones…
y una voz que aún era un misterio para muchos.


Joseph se despertó temprano, nervioso.

—Hoy es el ensayo general. Día cero. Sin público. Solo técnicos,

staff y medios acreditados.

Lili bostezó, se sentó en la cama y le acarició la espalda.

—Tienes todo bajo control, amor. Lo has ensayado, lo has soñado, lo has sangrado.

—Pero nunca lo he vivido con ella presente

—dijo él, mirándole el vientre apenas redondeado—.
Es como si cada nota tuviera más peso.

—Entonces canta para ella también.


El lugar elegido para el primer día era el icónico estadio interior de Yoyogi.
Diseñado con acústica perfecta y

una capacidad reducida para esta versión íntima del

concierto, el equipo ya trabajaba desde

la madrugada ajustando luces, sonidos y visuales.

Joseph saludaba a todos con profesionalismo. Su productor japonés,

la coreógrafa, los músicos de apoyo.
Y detrás de él, como una sombra cálida y firme, estaba Lili.
Con su gorra, mascarilla y gafas de sol…

aún no lista para reaparecer, pero presente.

—¿Estás bien? —le preguntó él en voz baja,

entre una prueba de luces y otra.

—Un poco abrumada. Pero estoy contigo.

—¿Quieres sentarte?

—Quiero verte ensayar desde la primera fila.

Como antes. Como cuando eras solo Joseph… y yo, solo Lili.

Joseph sonrió.
Y cantó con una fuerza que hizo temblar la estructura metálica del escenario.


En la sala de producción, los organizadores discutían el orden del show:

—Día 1: Intro instrumental,

álbum nuevo, "Susurros a la distancia", homenaje a Zess y final acústico.
—Día 2: Conexión con fans, versiones especiales, invitados sorpresa.
—Día 3: Cierre sin retorno, video homenaje y mensaje global.

—¿Y la voz misteriosa? —preguntó uno.

—Estará… en las sombras. Pero se sentirá.


Lili lo escuchaba todo.
Y por primera vez en semanas, no sintió miedo.
Sintió orgullo.

Más tarde, cuando caminaron de regreso al hotel, Joseph le pasó el brazo por los hombros.

—Gracias por venir hoy. Aunque solo sea día cero.

—No fue solo. Fue el día.
Porque te vi brillar desde cerca.
Y porque, aunque nadie más me escuchó, yo canté contigo en silencio.

Joseph la miró y dijo:

—¿Estás lista para mañana?

Lili asintió.

—No para salir al escenario. Pero sí para estar contigo en la primera fila… como tu hogar, tu raíz.
Y como la voz que nadie ve, pero siempre está.


Esa noche, en su habitación, con una bandeja de arroz al vapor,

batata y queso derretido,

Lili escribió en su libreta:

"Mañana empieza la historia en tres actos.
Uno para el público.
Uno para nosotros.


Y uno… para la bebé que aún no ha escuchado la ovación."


🎤 Capítulo 187: Acto I — Voces en la penumbra

El estadio Yoyogi estaba a reventar.

Las luces se apagaron.
Un silencio expectante envolvió al público.
Tokio, la ciudad que nunca duerme, contuvo el aliento.

Y entonces… el primer acorde rasgó el aire.

Una mezcla de tambores digitales y cuerdas tradicionales

japonesas anunció el inicio de “Resonancia en tres actos”.
Joseph Tamashi apareció en el centro

del escenario con un traje oscuro de seda,

sencillo, sin logos, sin adornos.

Solo él.
Y su voz.


Lili estaba sentada tras el telón lateral, donde podía verlo todo,

pero donde nadie podía verla a ella.
Llevaba un vestido largo, holgado,

los audífonos internos conectados al sistema de monitoreo,

y una manta sobre las piernas.

—¿Nerviosa? —preguntó un asistente, que estaba en el área técnica.

—No por mí —susurró ella—. Por él.

Joseph comenzó con “Papel y Ruido”,

la canción que escribieron juntos en Panamá.
Le siguió “Latido Incómodo”,

esa que nació una noche de insomnio y miedos.
Y después…
“Puerta sin Nombre”.

Una balada construida desde la pérdida,

la desesperación y la esperanza.
La letra hablaba de alguien que gritaba en silencio,

alguien que cayó…

pero encontró tierra firme en la voz de otra persona.

Lili apretó los puños.
Esa era su canción.
Su carta.


Al llegar la mitad del show, las luces bajaron.
En la pantalla gigante, apareció un video.

Una habitación.
Una guitarra.
Y un joven con sonrisa de sol tocando

los primeros acordes de “Susurros a la distancia”.

Zess.

El estadio enmudeció.

Joseph, con la voz temblando,

comenzó a cantar a dúo con la grabación de Zess.
Y al fondo, apenas audible… la voz de Lili.

Grabada antes de su caída.
Antes de perderse.
Antes de renacer.

El público no lo sabía aún, pero esa canción…
era el corazón de todo el álbum.

Lili se llevó la mano al vientre.
lloró sin miedo.
Porque esa canción no solo era para su hermano.
Era para ella también.
Y para la nueva vida que estaba creciendo dentro de ella.


Entre el público, una figura se mantenía en las sombras.

Kaori.

Vestía de blanco, con gafas oscuras.

Había comprado el boleto bajo otro nombre.
Sonreía… pero no era una sonrisa feliz.
Era una mezcla de frustración, rabia contenida… y celos.

—Así que esta es la voz que no logré callar —murmuró—.
Te escondiste, Lili. Pero Tokio siempre muestra la verdad… tarde o temprano.


El show terminó con “Hasta que seas tú”,

una canción nueva, jamás anunciada.
Joseph la interpretó de rodillas, con la voz quebrada.
Los visuales detrás mostraban paisajes: una playa caribeña,

una habitación en penumbra, un corazón latiendo en el agua.

Lili sabía que esa canción no la había escuchado nunca.

Era nueva.

Y era para ella.
Para su nueva vida.
Para su renacer.

Joseph no dijo su nombre.
No necesitaba hacerlo.
Los que sabían, sabían.


Cuando las luces se apagaron y el público comenzó a aplaudir, Lili cerró los ojos.

No estaba lista para reaparecer.
No aún.

Pero por primera vez… no tenía miedo de ser escuchada otra vez.


Al salir por la parte trasera, alguien la miró entre la multitud.

Kaori.

Sus ojos se cruzaron por un instante.

Pero esta vez, Lili no desvió la mirada.

Solo la sostuvo en silencio…
como alguien que ya no necesita gritar para ser fuerte.


🎤 Capítulo 188: Acto II — Rumores, reflejos y resistencias

El sol de Tokio apenas tocaba el cielo cuando las primeras

filas del evento ya estaban completas.
Fans de Corea, México, Francia,

Estados Unidos y América Latina mostraban sus pancartas:

“Thank you, Joseph & the Voice!”
“¿Quién es la voz? ¡Queremos saber!”
“愛の歌は彼女の声” (La canción del amor es su voz)

El segundo día del evento no era solo un concierto.
Era una experiencia completa.
El equipo había montado una zona especial con murales del álbum,

cabinas para dejar mensajes y

hasta una sección de karaoke para cantar las canciones del disco.

Pero la mayor atracción…
Era el misterio de la voz femenina que acompañaba a Joseph en el álbum.


Dentro del backstage, Lili observaba los monitores.

Vestía diferente esta vez: un suéter blanco holgado, jeans y una boina.
Seguía sin querer mostrarse, pero estaba más alerta, más despierta.
Y más consciente de que, poco a poco, el mundo la estaba buscando…

sin saber que ya la tenía cerca.

—La sala está llena —dijo Alex, entrando con un termo de café—.

Y la prensa japonesa está pidiendo más acceso.

—¿Crees que ya sospechan?

—Algunos, sí —dijo Joseph entrando también, con el rostro serio—.

Especialmente los que conocen mi historia.

—¿Y Kaori?

—Según seguridad, alguien con su descripción intentó

entrar por la zona técnica con una acreditación falsa.

No la dejaron pasar. Pero está cerca.

Lili tragó saliva.

Joseph fue hacia ella, tomándola de las manos.

—Si no estás lista, no tienes que hacer nada.

No tienes que hablar, no tienes que cantar.
Solo quédate. Aquí. Conmigo.

—Estoy contigo —susurró Lili—. Aunque el mundo arda allá afuera.


El evento comenzó con una energía distinta al día anterior.
Más interactivo. Más humano.

Joseph subió al escenario con una sonrisa suave y saludó a sus fans en varios idiomas.
Luego presentó a algunos invitados internacionales que

habían colaborado en versiones alternativas del álbum.

Cada canción tenía una historia.
Una anécdota.
Una confesión.

Y el público lo escuchaba como si cada palabra pudiera

revelar el secreto detrás de la voz etérea que los acompañaba en cada verso.

—Ella… es quien inspiró todo esto —dijo Joseph, mirando

sin mirar hacia donde sabía que Lili lo observaba—.
Pero algunas inspiraciones no quieren nombre. Solo quieren estar.


Kaori, desde un café cercano con vista al estadio, observaba todo.

Llevaba el móvil en la mano.
Estaba conectada a un grupo privado de fans japoneses donde ya circulaban teorías.

“La voz del álbum es Lili Saito. La dominicana.”
“¡Pero si ella murió!”
“¿Y si fingió su muerte?”
“Hay alguien en backstage que se parece a ella. ¡Un fan logró tomar una foto!”

Kaori sonrió.

—Perfecto… que se quemen solos.

Tomó una copa de vino y se retiró, dejando una propina…

y un sobre dirigido a uno de los reporteros acreditados con un pendrive adentro.

Contenido:
Un video antiguo.
Uno donde Joseph, en una entrevista no publicada, decía:

“No podría estar con alguien que se escondiera.

La verdad siempre debe ser pública.”

Manipulado.
Editado.
Listo para explotar.


Mientras tanto, Joseph interpretaba la canción

“Cicatrices de sal”, una de las más emocionales del álbum.
Una pantalla mostraba mensajes de fans que habían sanado gracias a su música.

Y en la zona VIP, alguien notó una silueta tras bambalinas.

—¡Es ella! ¡Creo que la vi!

Los rumores se intensificaron.
En redes, el hashtag #SheIsHere comenzó a crecer.

Lili se giró hacia Joseph, sin decir una palabra.
Él asintió desde el escenario, como si la sintiera a través de las luces.

—Hasta que tú quieras, amor. Hasta que seas tú quien decida aparecer.


El show cerró con “Puentes Rotos”, la canción menos esperada, pero más intensa.

Cuando las luces bajaron y los fans empezaron a aplaudir de pie,

Joseph se dirigió al centro del escenario.

—Gracias por estar. Por escuchar.
Por no necesitar un rostro para amar una voz.

Y se fue.

Sin despedirse con pompas.
Sin una revelación.

Pero con la promesa de un tercer acto…

Uno que sería definitivo.


Detrás del escenario, Lili respiraba profundo.
Su corazón latía como tambor.

Alex, al ver su expresión, le dijo:

—¿Estás lista?

—No.

Pausa.

—Pero tal vez lo esté mañana.


Kaori, mientras tanto, sonreía al ver su video editado

subir a una nube y programarse para ser liberado al amanecer.

Porque si la verdad no ardía…
ella se encargaría de incendiarla.


🎤 Capítulo 189 — El día del eco

Amaneció…

…y con él, estalló la bomba.

A las 6:43 a.m. hora de Japón, un video editado se

volvió viral en X y TikTok. El archivo mostraba a

Joseph Tamashi en lo que parecía una entrevista privada

—grabada en la etapa más fría de su duelo por Lili— diciendo:

“No podría estar con alguien que se escondiera.

La verdad siempre debe ser pública.”

Los subtítulos que acompañaban el video eran deliberadamente tendenciosos.

Lo acusaban de hipocresía, de encubrir a alguien, de haber mentido

sobre la muerte de Lili Saito. La frase final era lo peor:

“¿Fingió su muerte para manipular al público? #LaVozEsLili #JosephMentiroso”

Los portales de farándula japonesa no tardaron en replicarlo.
La polémica se encendió.
Y lo peor… los periodistas ya esperaban fuera del hotel donde se alojaban.


7:15 a.m.

Joseph se despertó con los golpes urgentes de la puerta.
Del otro lado, la voz firme de Xion, su manager japonés, retumbó:

—¡Tamashi-san! Tienes que ver esto. Ya.

Joseph se incorporó de golpe.

Lili aún dormía a su lado, agotada por el día anterior.
Abrió la puerta con el ceño fruncido y Xion le mostró la pantalla de su tablet.

—Lo filtraron. Es el clip de hace un año. Lo cortaron y lo sacaron de contexto.

Lo están usando para atacar a Lili…

sin siquiera mostrarla.

Joseph tragó saliva. No necesitaba preguntar de dónde venía la filtración.
Kaori había dado su siguiente paso.

—¿Qué quieren?

—Exclusiva. Confirmación. ¿La voz es ella?

¿Fingió su muerte? ¿Está aquí?

Joseph cerró los ojos. Se sentía como si la historia volviera a tragarlos.

—¿Podemos frenar esto?

Xion lo miró con la calma contenida de quien lidia con artistas desde hace años.

—Técnicamente sí. Legalmente, podemos hacer una demanda.

Pero para eso… hay que hablar.
Y eso significaría… exponerla.

Joseph se volvió a mirar la cama. Lili se había girado de lado.

Respiraba lento, profundamente.


8:45 a.m.

En otra habitación del hotel, Alex ya estaba al teléfono con Anyu, quien seguía en RD.
La voz de la chica, temblorosa, decía:

—¿Está bien? ¿Ella sabe?

—Aún no —respondió Alex—. Joseph está tratando de

contenerlo con Xion, pero la prensa está afuera. Si Lili sale del hotel…

será como lanzarla a los lobos.

—No la dejen sola.

—No lo haremos.


9:20 a.m.

En la sala de juntas del hotel, Xion tenía la estrategia sobre la mesa.

—Tenemos tres opciones —dijo mientras señalaba el cronograma del evento:

  1. No hablar. Negar todo.

  2. Emitir un comunicado ambiguo.

  3. Adelantar su aparición. Que ella lo diga. En sus términos.

Joseph se cruzó de brazos, pensativo.

—No está lista.

—Entonces la destrucción pública será más rápida. Esto ya no es solo sobre tu música, Tamashi.
Es sobre su historia. La han manoseado demasiado.

—Lo sé —dijo Joseph, tenso—. Pero no la obligaré. No otra vez.


10:05 a.m.

Lili despertó. Lo primero que sintió fue el calor de Joseph abrazándola desde atrás.

—Buenos días —susurró él.

—¿Qué pasó? —preguntó, notando la tensión en el aire.

Joseph le explicó todo.
Con suavidad.
Sin adornos.
Sin filtros.

Lili escuchó. En silencio.

Hasta que la respiración le falló por un instante.

—¿De nuevo? —susurró—. ¿Otra vez?

Él la abrazó más fuerte.

—Estoy aquí. No como antes. No callaré.

—No es tu silencio el que me dolía, Joseph…

—dijo ella con la voz quebrada— …era saber que el mundo

siempre va a necesitar una explicación.

Que no basta con sobrevivir. Tienes que justificarlo.

—Entonces esta vez… que escuchen lo que tú quieras decir.

En tus palabras.

Silencio.

—¿Quieres que salga?

—Solo si tú decides.

—Lo pensaré.


12:00 p.m.

Los fans empezaron a llegar al estadio del evento.
La tensión era evidente.

La seguridad del lugar reforzó las puertas laterales y el perímetro del backstage.
Kaori, en algún lugar de la ciudad, observaba el

mundo estallar desde su móvil.
Ella sonreía…

sabiendo que cuanto más caos sembrara, más difícil sería para Lili sanar.

Pero lo que no sabía…
era que Lili ya había empezado a escribir algo.

Una respuesta.
Una declaración.
Una canción.

No para explicar su muerte.
Ni para defender su silencio.
Sino para contar su verdad
con su voz.



 Capítulo 190 — Antes de la tormenta

El reloj marcaba las 2:17 a.m.
Japón dormía.
Pero en la suite del hotel, Joseph y Lili aún estaban despiertos.

Habían pasado el día en tensión. La filtración del video,

la prensa, los rumores…

todo había vuelto con la violencia de una herida mal cerrada.

Y sin embargo, ahora, el mundo parecía lejano.
Los focos apagados.
Los murmullos, silenciados por la puerta cerrada.
Era solo ellos dos, sentados en el suelo de la habitación,

con la espalda recostada en la pared, envueltos en una manta,

compartiendo una taza de té tibio.

Joseph rompió el silencio primero:

—¿Quieres hablar de eso… o solo respirar?

Lili tardó unos segundos.
Sus dedos jugueteaban con el borde de la taza.
Luego, en voz baja, respondió:

—No sé qué duele más. Si que me sigan viendo como un símbolo roto…

o que esperen que sea la misma de antes.

Joseph la miró. No como el artista. No como el esposo.
Sino como el hombre que la había buscado cuando todo se había perdido.

—No tienes que ser la de antes.

—Le apartó un mechón de cabello detrás de la oreja—.

Solo sé tú. Sea quien sea esa tú ahora.

Lili bajó la mirada, mordiéndose el labio inferior.

—A veces… no sé ni quién soy.
—Eso está bien. —Joseph tomó su mano con firmeza—.

Te estoy conociendo de nuevo, y te amo en todas tus formas.

Sus ojos se encontraron.

Silencio.

Intenso.

Íntimo.

—¿Y si mañana todo empeora? —preguntó ella, temblando.

—Entonces estaremos juntos para enfrentarlo —dijo él sin dudar—.

Si tú decides no salir, salgo yo y explico lo que sea. Si decides hablar,

te sostengo. Pero no volveré a dejarte sola.

—¿Y si no quiero hablar?

—Entonces no hablas. Nadie puede obligarte.
—¿Ni tú?

Joseph la miró con dulzura, pero firmeza.

—Menos yo.

Las palabras parecían reconfortarla. Un poco.
Solo un poco.

Ella se recostó sobre su pecho, cerrando los ojos.

Joseph acarició su espalda con delicadeza,

sintiendo cómo su respiración empezaba a calmarse.
Después de un rato, Lili habló en un susurro:

—Quiero escribir. No sé si quiero cantar aún…

pero quiero escribir algo. Tal vez una canción. Tal vez una carta. Tal vez un grito.

—Entonces escribamos —dijo Joseph, apretándola contra sí—.

Aunque sea en pedazos. Aunque no rime. Aunque duela.

Ella asintió contra su pecho.

—¿Tú…? ¿Tú todavía quieres que el mundo nos vea?

Joseph guardó silencio unos segundos.
Luego respondió con una voz ronca pero segura:

—Quiero verte sonreír de nuevo. Si eso significa que nadie más te vea…

está bien. Pero si algún día decides mostrarte al mundo otra vez,

que sea con tu luz completa. No con la sombra que otros pusieron sobre ti.

Las lágrimas de Lili rodaron sin ruido.
No eran de tristeza.
Eran de desahogo.


Horas más tarde, justo antes de que amaneciera,

ambos dormían abrazados sobre la alfombra.
La taza de té vacía.
El papel arrugado con las primeras líneas de una nueva canción a medio escribir.

Una decisión aún pendiente.
Una verdad por contar.

Y dos almas que, pese a todo, aún se elegían.
En silencio.
Fuera del escenario.
Lejos del ruido.

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