Post

viernes, 18 de julio de 2025

SUSURRO A LA DISTANCIA CAPITULO 161 - 170


 Capítulo 161: La canción sin título y los tres anillos

La mañana siguiente al compromiso fue un remolino de emociones.
Lili se despertó con el anillo nuevo brillando en su dedo,
junto a aquel que había pertenecido a Mía,
y al otro que, en secreto, ella misma había comprado para no sentirse sola.

En la sala, Joseph la esperaba con el piano listo,
la mirada llena de entusiasmo y calma.

—¿Lista para escribir la canción? —preguntó con una sonrisa.

—Más que nunca —respondió ella.

Se sentaron juntos, la luz del sol entrando por la ventana,
los dedos acariciando las teclas y las cuerdas invisibles que los unían.

Las palabras fluyeron con naturalidad,
mezclando recuerdos, esperanzas y

la promesa de un nuevo comienzo.

Mientras Lili cantaba suavemente la melodía, Joseph sonrió y dijo:

—Sabes que ahora tienes tres anillos, ¿verdad?

Ella lo miró, confundida.

—Tengo dos. El de Mía y el mio.

Joseph negó con la cabeza.

—No, también tienes uno más.
El anillo que llevas en el corazón.

Lili rió,
dejando caer la cabeza sobre su hombro.

—Entonces soy una mujer con tres anillos y mucha suerte.

Joseph la abrazó fuerte.

—Y yo soy el hombre más afortunado del mundo.

La canción quedó sin título,
pero con cada nota escribían un
futuro lleno de verdad, amor y esperanza.

Capítulo 162: Donde la voz se esconde y el alma se muestra

El teatro estaba lleno.
No era un estadio, ni un evento televisado.
Pero las entradas se agotaron en minutos.
Tamashi, íntimo”, decía el cartel.

Muchos esperaban canciones del pasado.
Otros, una especie de catarsis musical.
Nadie sabía exactamente qué iba a pasar esa noche.

Tras bambalinas, Lili respiraba hondo.
Iba vestida de negro, sencilla.
Sin maquillaje, sin tacones.
Invisible para el mundo,
pero más viva que nunca.

Joseph entró al camerino con los

audífonos colgando y una sonrisa nerviosa.

—Es hora.

—¿Tienes miedo? —preguntó ella.

—Un poco —admitió—.
Pero no del escenario…
De que la gente escuche tu voz y

no entienda cuánto costó llegar hasta aquí.

Lili lo miró, caminó hacia él y lo abrazó por la cintura.

—Lo entenderán.
Porque no la están escuchando con los oidos.
La están escuchando con el corazón.

Joseph la besó en la frente.
—Voy a decir tu nombre.

—No.
—¿No?
—Quiero que lo descubran cuando estén listos.
Tú eres mi escaparate.
Déjame esconderme detrás de ti…
pero sin borrarme.


El escenario se oscureció.
Un solo foco iluminó el piano.
Joseph entró solo, con su guitarra.

—Esta es una historia que no puedo contarles con palabras

—dijo, mirando al público—.
Pero puedo cantarles… lo que el silencio no pudo destruir.

Las primeras notas de “Susurros a la Distancia” llenaron el lugar.
No era la versión del álbum anterior.
Era otra,
más madura,
más íntima,
con nuevos acordes…

…y con la voz de Lili armonizando desde las sombras, sin aparecer.

La gente enmudeció.
Muchos cerraron los ojos.
Otros lloraron en silencio.

No sabían quién era esa voz. O fingían no saberlo
Pero sabían que dolía,
que sanaba,
que ardía de dolor y esperanza.

Joseph tocó tres canciones más,
cada una con una parte de ella.
Cada una con una historia que solo ellos dos conocían.


Tras bastidores, Lili sostenía el anillo en su dedo,
y la sonrisa más tranquila que había tenido en años.

No estaba en escena.
Pero por primera vez, estaba presente.

Y eso, era suficiente.



Capítulo 163: Lo que no vieron las luces

Volvieron a casa tarde.
No había prensa esperándolos, ni fotógrafos escondidos.
Habían tomado la ruta larga para evitar miradas,
y porque Lili no soltó su mano en todo el camino.

Una vez dentro, el silencio fue un alivio.
El mismo que tanto la había atormentado en el pasado,
ahora la arropaba con calma.

Joseph dejó su guitarra en la esquina,

se quitó los zapatos y la miró.
Lili ya estaba en la cocina calentando agua para preparar té.
Moviéndose con esa naturalidad que sólo existe

cuando el cuerpo ya sabe que está a salvo.

—¿Estás bien? —preguntó él,

desde el marco de la puerta.

Lili asintió.
—Sí… estoy bien.
Cansada, pero bien.
Te vi ahí arriba, y por un momento me sentí… completa.

Joseph caminó hacia ella con paso lento.
—Te escucharon.
Tal vez no sepan quién eres, pero te escucharon, Lili.
Y se quedaron en silencio… como si tu voz les hablara desde adentro.

Ella le entregó la taza caliente y sonrió.

—¿Tú crees que pueda volver a cantar en vivo… algún día?

—No tienes que —dijo él, con suavidad—.
Pero si alguna vez lo haces, y tiemblas antes de salir…
te juro que estaré ahí, temblando contigo.

Lili se apoyó en su pecho.

—A veces me da miedo sentir que me enamoro de ti otra vez…

y que no sea suficiente.

Joseph dejó la taza sobre la encimera,

la rodeó con ambos brazos y susurró:

—No necesito que me ames igual.
Necesito que me ames a tu manera, desde donde estés.
Incluso si eso significa volver a enamorarte de mí cada día.


Terminaron en el sofá, envueltos en una manta.
Ella con la cabeza sobre su pecho,
él acariciándole el cabello con la misma ternura

de quien toca algo irremplazable.

—¿Sabes qué fue lo más loco de esta noche? —

dijo Lili de pronto.

—¿Qué?

—Que tengo dos anillos de compromiso.

Joseph soltó una risa suave.

—Tres, en realidad.

—¿Tres?

Él se incorporó un poco y fue hasta

una caja de madera junto al piano.
Volvió con un pequeño estuche que ella reconoció.

—¿Esto es…?

Joseph lo abrió.
—Es el primer anillo. El que compré cuando

pensaba pedirle matrimonio a Lili...

antes de que todo explotara.

Ella lo tomó entre los dedos.
Simple.
Elegante.
Con una pequeña piedra azul incrustada.

—Nunca lo diste.

—Estaba esperando… a la Lili que regresó.
A la que dice las cosas sin filtros.
A la que canta desde el alma…
A la que aún me deja abrazarla

cuando el mundo la asusta.

Lili lo miró a los ojos.
—¿Y si esa Lili cambia otra vez?

—Entonces buscaré otra forma de amarla.


Esa noche no fue grandiosa.
No hubo brindis ni fuegos artificiales.
Solo dos tazas de té, tres anillos sobre la mesa,
y dos almas que, por fin, aprendieron a respirar el mismo silencio.


Capítulo 163: Lo que no vieron las luces

Volvieron a casa tarde.
No había prensa esperándolos, ni fotógrafos escondidos.
Habían tomado la ruta larga para evitar miradas,
y porque Lili no soltó su mano en todo el camino.

Una vez dentro, el silencio fue un alivio.
El mismo que tanto la había atormentado en el pasado,
ahora la arropaba con calma.

Joseph dejó su guitarra en la esquina, se quitó los zapatos y la miró.
Lili ya estaba en la cocina calentando agua para preparar té.
Moviéndose con esa naturalidad que sólo existe

cuando el cuerpo ya sabe que está a salvo.

—¿Estás bien? —preguntó él, desde el marco de la puerta.

Lili asintió.
—Sí… estoy bien.
Cansada, pero bien.
Te vi ahí arriba, y por un momento me sentí… completa.

Joseph caminó hacia ella con paso lento.
—Te escucharon.
Tal vez no sepan quién eres, pero te escucharon, Lili.
Y se quedaron en silencio… como si tu voz les hablara desde adentro.

Ella le entregó la taza caliente y sonrió.

—¿Tú crees que pueda volver a cantar en vivo… algún día?

—No tienes que —dijo él, con suavidad—.
Pero si alguna vez lo haces, y tiemblas antes de salir…
te juro que estaré ahí, temblando contigo.

Lili se apoyó en su pecho.

—A veces me da miedo sentir que me enamoro de ti otra vez…

y que no sea suficiente.

Joseph dejó la taza sobre la encimera,

la rodeó con ambos brazos y susurró:

—No necesito que me ames igual.
Necesito que me ames a tu manera, desde donde estés.
Incluso si eso significa volver a enamorarte de mí cada día.


Terminaron en el sofá, envueltos en una manta.
Ella con la cabeza sobre su pecho,
él acariciándole el cabello con la misma ternura de quien toca algo irremplazable.

—¿Sabes qué fue lo más loco de esta noche? —dijo Lili de pronto.

—¿Qué?

—Que tengo dos anillos de compromiso.

Joseph soltó una risa suave.

—Tres, en realidad.

—¿Tres?

Él se incorporó un poco y fue hasta una caja de madera junto al piano.
Volvió con un pequeño estuche que ella reconoció.

—¿Esto es…?

Joseph lo abrió.
—Es el primer anillo. El que compré cuando pensaba pedirle

matrimonio a Lili... antes de que todo explotara.

Ella lo tomó entre los dedos.
Simple.
Elegante.
Con una pequeña piedra azul incrustada.

—Nunca lo diste.

—Estaba esperando… a la Lili que regresó.
A la que dice las cosas sin filtros.
A la que canta desde el alma…
A la que aún me deja abrazarla cuando el mundo la asusta.

Lili lo miró a los ojos.
—¿Y si esa Lili cambia otra vez?

—Entonces buscaré otra forma de amarla.


Esa noche no fue grandiosa.
No hubo brindis ni fuegos artificiales.
Solo dos tazas de té, tres anillos sobre la mesa,
y dos almas que, por fin, aprendieron a respirar el mismo silencio.

Capítulo 164: La sombra tras la voz

La mañana comenzó como tantas otras.
Lili se levantó primero, con el cabello desordenado y

una camiseta grande que alguna vez fue de Joseph.
Hacía panqueques en silencio, mientras su playlist sonaba bajito.

Joseph bajó en pijama, despeinado, y con los ojos aún adormilados.
—Hueles a hogar.

—Eso es mantequilla, dormilón.

Ambos rieron.
Era uno de esos días en que todo parecía estar en equilibrio.

Hasta que sonó el timbre.

Joseph fue el primero en revisar.
No era alguien en la puerta.
Era su representante Alex, quien le había enviado

un mensaje con asunto urgente:

Llamada de Sony Music LATAM. Oferta seria. Involucra a Lili.

Él la miró con la pantalla en la mano.
Ella lo notó al instante.

—¿Qué pasó?

—Una disquera importante quiere hacerte una propuesta… directa.
No como corista, no como fantasma.
Quieren a Lili. Tu cara, tu nombre.
Un regreso “épico”, lo llamaron.
Y quieren que lo decidas tú.
Sin mí.
Sin representantes.

Lili se quedó en silencio.

—¿Por qué ahora?

—Porque la gente está obsesionada contigo.
Con esa voz sin rostro.
Y porque los rumores sobre ti y sobre Mía

se volvieron parte de una narrativa que quieren explotar.
Quieren una minigira de tres fechas y un documental.

Ella sintió una presión en el pecho.
No miedo… sino duda.
¿Estaba lista?
¿Quería eso?
¿Lo hacía por ella, o porque el mundo la presionaba?

—¿Puedo decir que no?

Joseph la miró con ternura.

—Siempre.
Pero si quieres decir que sí, estaré detrás del

escenario con una guitarra y una botella de agua…
…o esperándote en casa con panqueques, si decides huir.


Esa noche, Lili salió sola a caminar.
Cruzó calles, saludó a un par de vecinos que no sabían quién era.
Terminó sentada en una banca,

viendo a un niño cantar frente a su madre sin vergüenza.

Y entonces se preguntó:
¿Cuándo fue que cantar se volvió una amenaza para su paz?
¿Y por qué ahora le pesaba tanto tener una voz?

Miró su reflejo en la pantalla del celular, sin filtros, sin luz bonita.

—No soy Lili de antes.
Pero tampoco soy solo Mía.
Soy una mezcla de ambas.
Y merezco decidir por mí.


Al regresar, Joseph la esperaba despierto.

—¿Y entonces? —preguntó con suavidad.

Lili lo miró.
Sus ojos eran claros.
Firmes.

—No voy a aceptar… aún.
Pero quiero escribir algo nuevo.
Y si alguna vez decido volver al escenario…
será con mis reglas.
En mi idioma.
Con mi historia.
Y tú, tocando a mi lado.

Joseph sonrió.
—Entonces tenemos mucho que escribir.


Capítulo 165: Cuando la voz calla de nuevo

Los ensayos comenzaron una semana después

de la propuesta que Lili había rechazado con elegancia.

No iba a regresar bajo presión.
Iba a hacerlo a su modo.
Y Joseph, como siempre, se volvió su cómplice silencioso.


✦ “La Gira del Murmullo”

No era un tour convencional.
Joseph lo bautizó así: "La Gira del Murmullo",

en honor a cómo la voz de Lili se había

filtrado en los corazones sin necesidad de imagen.

Tres fechas confirmadas:

  • Santo Domingo

  • Ciudad de Panamá

  • Buenos Aires

En el cartel, solo aparecía:

Joseph Tamashi — con la voz que cambió todo.

Y aunque los fans ya sabían, nadie exigía que ella subiera al escenario.
Era una especie de pacto tácito entre artista y público.
"Cuando ella esté lista, nosotros también."


✦ El hogar era su santuario

Los días eran sencillos.
Café por las mañanas.
Joseph practicando riffs en el estudio.
Lili grabando nuevas melodías entre susurros, en voz baja, sin forzarse.
A veces cantaba desde la cocina mientras cocinaba, otras desde la ducha.
La música volvía a ser parte de ella sin que doliera.

Joseph había salido aquella tarde a reunirse con su técnico de sonido.
Todo estaba listo para Santo Domingo, la primera parada.

Lili decidió quedarse.
No tenía compromisos, solo algo de cansancio y un poco de mareo desde la mañana.
Nada grave, pensó.

Encendió el difusor de eucalipto.
Preparó una infusión.
Se sentó en el piano y tocó dos acordes.

Y entonces…
el mundo giró de lado.


✦ La llamada

Joseph revisaba su celular cuando vio el nombre de Anyu parpadeando en la pantalla.

—¿Anyu?

—¡Joseph! ¡Ven al hospital, rápido! Es Lili…

—su voz era temblorosa— Se desmayó. La encontró una vecina

que escuchó la taza romperse. Está inconsciente.

El mundo se detuvo.
Todo sonido, todo ruido.
Solo el eco de esa frase.

Joseph salió corriendo.
No recordó si cerró el auto, si pagó el café.
Solo que llegó al hospital con el corazón en la garganta.


✦ En la sala de espera

La luz blanca del hospital le dolía en los ojos.
No había visto a Lili aún.

Anyu se levantó en cuanto lo vio entrar.
Sus ojos rojos, el pelo desordenado.

—Estaba sola, Joseph.
Me llamó la vecina porque yo aparezco como

contacto de emergencia en su teléfono.
Estaba tirada en el piso. No reaccionaba.

—¿Qué dijeron los médicos?

—Aún nada. Le están haciendo estudios. La presión… el pulso…

está estable pero no despierta.

Joseph se dejó caer en una silla,

con las manos cubriéndose la cara.

—No puede estar pasando otra vez.
Ya pasó una vez. No otra.

Anyu se sentó a su lado, con la voz quebrada.

—La empujamos, sin querer. Entre el éxito, las expectativas…

y el miedo de volver.
La paz que habíamos construido… se quebró.

—Yo no vi las señales —susurró Joseph.

—Yo tampoco. Y soy su mejor amiga.


✦ En la habitación 307

Horas más tarde, le permitieron entrar.

Lili dormía.
O algo parecido.
Estaba conectada a monitores.
Un leve zumbido indicaba sus signos estables.

Joseph se sentó a su lado.
Tomó su mano con infinito cuidado.
La besó en los nudillos, una vez. Otra. Otra más.

—¿Sabes lo que más miedo me da, amor?
Que te estés yendo sin decirlo.
Que estés luchando en silencio otra vez…
Y que yo, con toda esta gira, la música, los planes…

no haya sabido escuchar tus pausas.

Se quedó allí hasta el amanecer.
Cantando bajito.
Una canción que aún no existía.

Una promesa disfrazada de melodía.

Capítulo 166: El peso de lo que no se dice

✦ Habitación 307.

Joseph no se había movido de la silla.
La cabeza hundida en sus brazos.
La mano de Lili entre las suyas, tibia… pero sin apretar de vuelta.

Anyu apareció junto con el médico.
Llevaba una carpeta en mano, el rostro serio,

sin rastros de amabilidad innecesaria.

—¿Puedo hablar con ustedes?

Joseph se levantó de golpe.
Anyu no se sentó.
Ambos esperaban la palabra clave.

Una frase que pudiera darles esperanza o arrancársela.

El médico comenzó sin rodeos.

—Se trató de un colapso físico y neurológico inducido

por agotamiento extremo.
Los análisis muestran niveles preocupantes de desnutrición relativa,

anemia leve, falta de descanso sostenido y estrés acumulado.
Su cuerpo decidió apagarse porque su mente nunca lo hizo.

Joseph sintió que la sangre se le iba al suelo.

—¿Qué… significa eso?

—Significa que ha estado funcionando bajo presión constante.

Que aunque esté en reposo, su sistema nervioso no descansa.
Es una forma de depresión silenciosa.

No gritó, no se quebró en público…

pero su cuerpo lleva tiempo gritando en susurros.

Anyu bajó la mirada.
Joseph cerró los ojos con fuerza.

—Nos dijeron que estaba mejor. Que había vuelto a reír, a cantar, a comer…

—A veces, las personas traumatizadas se convierten en maestras del disfraz

—añadió el médico—. Lili ha aprendido a

aparentar que está bien… para no preocuparlos.

Silencio.

—¿Hay daño neurológico? —preguntó Joseph en un susurro.

—No. Solo… agotamiento total.
Pero si no se trata adecuadamente,

podríamos estar ante una condición crónica.

Joseph se apoyó contra la pared, como si el suelo se le hubiera movido.

—¿Y qué se necesita?

—Reposo, terapia, descanso verdadero.
No emocional. Físico. Psicológico. Espiritual.
Y alguien que escuche, no solo que la ame.


✦ Pasillo exterior.

Anyu salió con Joseph a tomar aire.

—¿Cómo no lo vimos venir?

Joseph tragó saliva, sus ojos brillaban de rabia,

pero no contra nadie más que contra él mismo.

—Yo creí que estar cerca era suficiente.
Que cocinarle, abrazarla, cantarle… era sanación.

—Pero ella aún lleva el miedo en el pecho.
Y lo disfraza de independencia.
Nos dijo “estoy bien” porque pensó que nos aliviaba.

—Y nosotros lo creímos.

Joseph apretó los puños.

—Voy a cancelar la gira.

—No.
—Anyu lo detuvo con la mirada—.
No canceles lo que ella ayudó a construir.
Solo… no la arrastres contigo.
Hazlo como homenaje. Hazlo como puente.
Hazlo como si ella fuera a escucharte desde el camarín.
Pero no la pongas otra vez frente al mundo… si aún no ha vuelto a ella misma.

Joseph la miró.

—¿Y si nunca vuelve?

—Entonces quédate con quien es ahora.
Con todo el amor que aún te ofrece en pedacitos.


✦ Esa noche

Joseph volvió a la habitación 307.

Se sentó en la misma silla.
Le acarició el rostro con una ternura culpable.

—¿Sabes, Lili?
Nunca te pregunté de verdad si estabas cansada.
Solo te ofrecí caminos para avanzar, pero nunca un rincón para detenerte.
Perdóname, amor.
Perdóname por no saber cuidarte cuando por fin volviste a mí.

Y se quedó allí, susurrando palabras que nunca usó antes.
No como artista.
Sino como hombre que ama.

Capítulo 167: Donde habitan los susurros

Oscuridad.
No negra. No fría.
Solo… suspendida.

Lili no sabía si dormía, soñaba o si simplemente existía en otro plano.
Pero en esa calma profunda, los recuerdos empezaron a

encenderse uno a uno, como luciérnagas.

Primero tenues.
Luego, dolorosamente brillantes.


✦ Voz I: “No te vayas, Zess.”

La voz tenía trece años.
Era suya.
Temblorosa. Apenas floreciendo.

Zess estaba ahí, bajo un árbol, guitarra en mano.
Tenía esa sonrisa tranquila que solo él podía tener

cuando el mundo se estaba cayendo.

—Prometí que te iba a enseñar a escribir canciones

—dijo él en el recuerdo—. Pero si ya compones con el alma,

¿qué más puedo hacer?

Lili lloraba en la escena, abrazando su cuaderno.
Sabía que su hermano no iba a regresar.
Que esa tarde, sería la última.
Y aún así, sonreía.

Porque Zess le enseñó a cantar incluso con el corazón roto.


✦ Voz II: “No puedes tener novio.”

Una sala de juntas.
Una mujer de traje.
El contrato brillante sobre la mesa.

—Estás vendiendo una imagen —decía la voz—.

La gente quiere creer que te pertenece.

No puedes arriesgar esa conexión por un chico con guitarra en YouTube.

La imagen se fundía.
Joseph aparecía al fondo, pixelado como si nunca hubiera sido real.
Lili lo miraba desde lejos.
El contrato la ataba.
La promesa la ahogaba.

Allí aprendió que no toda jaula tiene barrotes visibles.


✦ Voz III: “Me voy con mi hermano.”

Era su voz adulta.
Quebrada.
El mar al fondo.
La carta escrita con tinta corrida por lágrimas.

—Lo intenté todo. Juro que sí. Pero no puedo cargar tanto sola.
Si me amaste de verdad… déjame ir.

La escena era difusa.
Ella de espaldas, cabello suelto.
El viento fuerte.
Joseph corriendo… pero muy tarde.

Ese recuerdo no era un sueño.
Fue real.
Fue la caída.


✦ Voz IV: “Hola… soy Mia.”

La habitación blanca.
El olor a desinfectante.
El espejo que no reconocía su rostro.

Un enfermero le decía su nombre.
Otro le tomaba la presión.
Nadie sabía qué hacía allí, ni ella tampoco.

Pero Alan sí lo sabía.
El chico de la mirada suave.
El primero que le dijo que podía ser nueva si quería.

Y ella eligió no recordar. Porque dolía menos.


✦ Voz V: “¿Aún me amas?”

Joseph.
No el Joseph de los escenarios.
El que lloraba en su pecho cuando ella colapsó.

Ella veía la escena desde fuera.
Lo escuchaba repetirle promesas.
Besaba sus manos.
Le hablaba con ternura.

Y algo… algo dentro de ella… palpitó.

Ese nombre.
Ese hombre.

No era un recuerdo.
Era presente.


✦ Habitación 307, República Dominicana

El monitor seguía marcando los mismos latidos constantes.
Pero de repente, uno subió.

Joseph se levantó de golpe.
Le había parecido ver un dedo moverse.

—Lili…
—susurró.

Ella no despertó.
Pero lloró dormida.
Una lágrima descendió por su mejilla izquierda.
Una sola.

Y Joseph la limpió con los labios, como si pudiera besar el dolor.

Capítulo 168: Donde empieza el regreso

Todo era luz.

No una luz cálida.
Era blanca, fría, punzante.
La clase de luz que te despierta sin permiso,

que te arrastra a la superficie cuando aún no sabes si quieres respirar.


“¿Lili…?”

Una voz.
Una muy conocida.
Una que dolía.
Una que sanaba.

—Lili, si puedes oírme, aprieta mi mano…

Ella no sabía cómo.
El cuerpo se sentía pesado.
Como si el alma aún no estuviera del todo dentro.

Pero la mano…
Sus dedos se movieron apenas.

Joseph contuvo el aliento.
—¡Lili!

La vio fruncir el ceño.
Sus pestañas temblaron.
Y luego, como si el mundo

estuviera girando al revés, sus ojos se abrieron.


✦ Un techo.

Blanco.
Desconocido.

Un zumbido en los oídos.
Pestañeó varias veces.
Todo estaba borroso, como si hubiera llorado demasiado.

Una figura se inclinó sobre ella.
La voz se quebraba de alivio.

—Soy yo… Joseph… Estás bien, amor… estás aquí.

Lili trató de hablar, pero su garganta ardía.
Sus labios se movieron sin sonido.

Joseph acercó una pajilla con agua.

Bebió, temblorosa.
Como un pájaro caído del nido.

—¿Dónde…?

—En el hospital.
Tu cuerpo colapsó… Pero estás viva, Lili. Estás aquí.

Ella lo miró fijamente.
La información tardaba en encajar.

La palabra "colapsó" resonaba con eco.

Y luego, vino la ola.
Los flashes.
Las cámaras.
La presión.
La rueda de prensa.

Y más atrás, la canción.
El salto.
La oscuridad.

Y después… Mía.


✦ Silencio.

—¿Qué día es hoy? —preguntó con voz rasposa.

—Sábado. 14 de octubre.

Lili parpadeó.
Recordaba otra fecha.
Recordaba estar en la cama con Joseph.
Cantando.
Riendo.
Amándose.

—¿Dormí… mucho?

Joseph asintió con tristeza.

—Diez días.

Ella miró sus manos.
La pulsera del hospital.
El anillo.
Seguía allí.

Pero se sentía como si no fuera suyo.

—Estoy… tan cansada.

—Lo sé.
Y esta vez… no voy a dejarte sola.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—No puedes prometerme eso… —susurró—.

Ni tú ni nadie pueden prometer que el dolor se va.

Joseph tragó saliva.
Y, por primera vez, no intentó sanarla con palabras dulces.
Solo se inclinó.
La abrazó.
La sostuvo.

Y ella lloró.
Como no había llorado en meses.
Como no lloró cuando “murió”, ni cuando despertó siendo Mía.
Lloró por todo.
Por lo que perdió.
Por lo que fue.
Por lo que aún no sabe si podrá volver a ser.


✦ En la puerta

Anyu observaba en silencio.

Tenía los ojos brillosos.
Pero sonreía.

Zess estaría orgulloso.
De su hermana.
De Joseph.
De todos los fragmentos rotos que

aún insisten en volver a ser completos.

Capítulo 169: Volver no es lo mismo que regresar

El aire olía diferente.
Era su casa.
La misma.
Pero Lili ya no era la misma que la había habitado por última vez.


Volver fue más difícil de lo que imaginó.

La puerta crujió al abrirse, el mismo sonido de siempre.
El recibidor estaba igual.
Los muebles, el color de las paredes,

incluso la taza olvidada en el rincón de la

cocina como si el tiempo se hubiese detenido.

Pero no era así.
El tiempo no se detuvo para nadie.

—Te ayudé a ventilar todo antes de que salieras del hospital

—dijo Joseph mientras entraba detrás de ella,

cargando la pequeña maleta—. No toqué tu estudio.

Ni tu rincón del piano.

Lili asintió.
No podía hablar mucho.
Tenía un nudo en la garganta que no era tristeza, ni alivio.
Era todo junto.

Joseph no la presionó.
Se limitó a encender las luces con suavidad.
Preparó té.
Sacó la manta favorita de Lili.
Puso música instrumental de fondo,

como ella solía hacer cuando quería calmar su mente.

—Gracias por no haber renunciado —susurró ella, por fin, esa noche.

Joseph no respondió con palabras.
Solo la miró como si tuviera el universo en los ojos,

y se sentó junto a ella en el sofá.
No pidieron nada más.
Solo el calor del otro.
Solo eso,  Lili por fin estaba de vuelta y ahora si con todos sus recuerdos.


✦ Días después

Joseph cocinaba panqueques.
Canturreaba suavemente.
Lili, en bata, apoyada contra el marco de la puerta, lo observaba.

Por un momento, se permitió imaginar que todo estaba bien.
Que la vida era así de simple.
Que el mundo afuera ya no dolía.

Pero entonces…

El olor del sirope…
El de la mantequilla caliente…

Lili sintió cómo su estómago se rebelaba.

Corrió al baño.

—¡Lili! —Joseph fue tras ella con preocupación.

Estaba de rodillas frente al inodoro, jadeando, con el rostro pálido.

—Estoy bien… solo… no sé, fue el olor.

Joseph se agachó, le sostuvo el cabello.
Después le limpió la frente con una toalla húmeda.

—¿Te ha pasado más de una vez?

Lili se enjuagó la boca.

—Ayer también. Pensé que era porque estaba nerviosa.

Y esta mañana sentí mareo al levantarme…

Ambos se miraron.

Un silencio cargado llenó la habitación.

Joseph frunció el ceño.

—¿Cuándo fue tu último periodo…?

Lili se quedó helada.

No lo había pensado.
Entre la crisis, la recuperación, la vuelta a casa…
Se llevó una mano al vientre,

como si pudiera buscar la respuesta allí mismo.

—No lo sé —susurró—. No me acuerdo.

Joseph tragó saliva.

—Tal vez… deberíamos hacer una prueba.

Lili asintió.
Pero su mente estaba en otra parte.

No era miedo.
Tampoco emoción.
Era…
una sensación antigua.
Como si su cuerpo supiera algo que su alma aún no se atrevía a aceptar.


✦ Noche

Esa noche, Joseph durmió en el sillón de la sala, como ella pidió.
No por distancia emocional.
Sino porque Lili necesitaba espacio para pensar.

Pero lo observó desde la escalera antes de subir.
Lo vio dormido con la manta hasta el pecho.
El rostro exhausto.
El cabello revuelto.

Y lo amó.
No como antes.
No como Mía.
Lo amó con dolor, con cicatrices,

con una verdad que ya no necesitaba disfraz.

Bajó un segundo.
Le dejó una nota en el respaldo del sofá:

“Gracias por quedarte.

No importa el resultado de mañana…

Lo que viene, lo enfrentamos juntos.

—Lili.”


Capítulo 170: La posibilidad de un corazón nuevo

El sonido del reloj marcaba las 8:17 AM.

Joseph preparaba un café en silencio.
Lili estaba sentada en la mesa, envuelta en su suéter favorito,

con los dedos cruzados sobre el test de embarazo que yacía sobre el mantel.

Ninguno hablaba.

El resultado aún no había salido.
Pero el temblor en sus manos hablaba por ella.


—¿Dormiste algo? —preguntó Joseph al sentarse frente a ella.

Lili negó con la cabeza.

—Tuve un sueño raro. Estaba en una sala de conciertos vacía…

y escuchaba una canción que no había escrito, pero sabía que era mía.

—¿Zess?

Ella se encogió de hombros.

—Tal vez.

Joseph tomó sus manos.

—¿Te asusta… esto?

Lili levantó la vista.
Tenía ojeras y los labios partidos, pero seguía siendo la mujer que

él amaba con todo lo que era.

—No me asusta tener un hijo contigo —respondió con sinceridad—.

Me asusta que el mundo vuelva a arder y yo no sepa protegerlo.

Me asusta volver a desaparecer. Me asusta... no ser suficiente.

Joseph respiró hondo.
Se levantó, caminó hasta su mochila, y sacó un cuaderno.

—Te quiero mostrar algo.

Lili lo reconoció.
Era el cuaderno donde componía desde antes de conocerse.

Joseph lo abrió.
Página tras página de letras, frases, fechas, dibujos, ideas...
Hasta que llegó a una con la fecha marcada con tinta roja.

“26 de abril – República Dominicana.

La voz del viento tiene nombre.
Y es ella.”

Lili sintió cómo se le apretaba el pecho.

—Desde ese día supe que eras tú —dijo Joseph—.

Aunque no sabía aún qué significaba tenerte.

Y después te perdí. Te volviste Mía.
Y aun así, seguías siendo tú.
Y cuando volviste, no sabía si era egoísta quedarme.
Pero aquí estoy.
Y si este test es positivo… si hay una nueva vida creciendo en ti…
No hay otra persona en el mundo con quien preferiría caminar este camino.

Lili no pudo contener las lágrimas.

—¿Y si vuelvo a romperme?

—Entonces me siento a tu lado, en los pedazos. Y los recojo contigo.
No necesito que estés entera, Lili.
Te necesito viva.


El reloj pitó.
El test estaba listo.

Lili lo tomó.

Miró.
Contuvo la respiración.

Joseph se acercó, sin hablar.
Se colocó detrás de ella, viendo sobre su hombro.

Dos líneas.
Claramente marcadas.

Positivo.


Lili se tapó la boca.
Joseph rodeó su cintura por detrás.
Sintió cómo su cuerpo temblaba en sus brazos.

—Estoy embarazada —susurró ella.

Y luego, se quebró.
Pero no de miedo.
No de tristeza.

Era un llanto nuevo.
Uno que nacía de algo desconocido: esperanza.

Joseph la sostuvo.
La besó en el cuello, en el hombro, en la mejilla empapada.

—Vamos a estar bien —dijo él—. No es solo un nuevo corazón.
Es una nueva canción.
Y esta vez… la vamos a cantar juntos, desde el principio.


✦ Más tarde

Anyu llegó con frutas y pan.
Al verla, Lili corrió hacia ella, la abrazó con fuerza.

—Voy a ser mamá —dijo entre lágrimas.

Anyu se quedó congelada.
Y luego, soltó una carcajada mezclada con llanto.

—Zess estaría dando saltitos por toda la casa —susurró—.
Él te está cuidando, Lili.


Esa noche, Lili volvió a tocar el piano.
Sus dedos aún torpes, pero sinceros.
Joseph la escuchaba desde la cocina.
Cada nota era como una semilla plantada después del incendio.

Y mientras tocaba, por primera vez en mucho tiempo, no pensaba en el pasado.

Pensaba en lo que estaba por nacer.
Dentro de ella.
Dentro de los dos.
Dentro del hogar que estaban volviendo a construir.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Un blog con todo lo que me gusta, Fanfic ,Recomendaciones, entre otras cosas, que te pueden gustar. Pero recuerda este es mi espacio asi que no olvides comentar con moderación.