Capítulo 241 – No puedo con esto
Lili estaba en la sala, sola.
La televisión sonaba de fondo. No quería verla, pero tampoco podía cambiar el canal.
Estaba con la mano en la panza, acariciándose suavemente,
sintiendo los movimientos leves del bebé.
Era una tarde lenta, tranquila, hasta que el noticiero cambió de segmento.
—Última hora: Joseph Tamashi involucrado en escándalo con su exnovia Kaori…
El control se le cayó de las manos.
—¿Qué…? —parpadeó, acercándose más al televisor.
Imágenes borrosas. Joseph saliendo de un hotel de lujo, cubriéndose el rostro.
Kaori con el rostro aparentemente golpeado. Reporteros gritando. Un niño en medio de todo.
La escena no tenía sentido. No era real. No podía ser real.
Sintió cómo el corazón le golpeaba el pecho. El bebé se movió.
Luego, una punzada fuerte en el lado izquierdo del vientre.
Intentó respirar hondo, pero el dolor aumentó.
—¡No… no, no…! —murmuró, llevándose ambas manos al estómago.
Trató de marcar a Joseph. Otra vez. El mismo maldito buzón.
Ya lo había llamado decenas de veces el día anterior. Y hoy… hoy era esto. Esto.
—¿Por qué…? —susurró con la voz quebrada.
El control tembló en su mano. Su cuerpo completo temblaba.
La vista se le nubló por segundos, y solo pensó una cosa: el bebé.
Marcó a Anyu con las manos trémulas.
—¿Lili?
—Me duele la panza… vi las noticias… estoy… estoy sola.
Anyu no preguntó más. Solo dijo: “Voy para allá ya.”
La llevaron al hospital sin perder tiempo. El trayecto fue un silencio incómodo lleno de miedo.
Lili no decía nada. Anyu no la presionaba. Solo le sostenía la mano.
Una vez en urgencias, la pasaron directo a monitoreo.
—No parece trabajo de parto, pero el estrés le ha afectado mucho
—dijo el médico con el ceño fruncido—.
Tiene contracciones por tensión. Necesita reposo absoluto, tanto físico
como emocional. Y una ecografía urgente.
La bebé estaba bien. Pero Lili no.
Tres horas. Tres jodidas horas.
Anyu salió del cuarto de observación. Sacó su teléfono. Su paciencia,
ese límite que había aprendido a controlar, se fue al carajo.
Marcó a Joseph.
Y esta vez, él contestó.
—¿Anyu?
—¿¡Dónde mierda tú estás, Joseph!? —le gritó sin filtro—.
¡¿Qué carajo hiciste, por qué no contestabas el teléfono!?
—Anyu, yo…
—¡Lili vio todo por televisión! ¡Todo! ¡El maldito show! ¡Kaori!
¡El puto escándalo! —sus palabras salían como cuchillas—. ¡Estaba sola, Joseph!
¡Sola! Se descompensó, tuvimos que llevarla al hospital.
Si perdía a la bebé por tu maldito silencio,
te juro por Dios que no te lo perdonaba nunca.
Del otro lado de la línea, Joseph no respondió de inmediato.
Se escuchaba su respiración pesada.
—¿Está bien…? —preguntó con voz baja, rota.
—Ahora sí. Pero tú no. Porque te juro que si no vienes para acá a dar la cara,
y a mirar a tu esposa a los ojos, te mato yo misma antes que el público.
¡Haz lo que tengas que hacer, pero muévete ya!
Y colgó.
Anyu cerró los ojos. Se quedó unos segundos respirando hondo.
Luego volvió a la habitación. Lili estaba acostada, los ojos cerrados.
El rostro pálido. Una lágrima bajando por su mejilla.
Anyu no dijo nada.
Se sentó a su lado. Le agarró la mano.
Y esperó a que Joseph hiciera lo correcto.
Capítulo 242 – La verdad en la habitación 214
Joseph llegó al hospital con el corazón atragantado en el pecho.
Tenía las manos sudadas. La mente llena de ruido.
No había dormido, no había comido.
Lo que pasó con Kaori fue una trampa sucia, baja, y jodidamente efectiva.
Aún le temblaban las piernas. No recordaba todo con claridad,
pero recordaba lo suficiente. Y ahora, con Lili en el hospital por su culpa…
solo quería verla. Hablarle. Darle la cara.
Subió al segundo piso casi corriendo. Cuando llegó frente a la habitación 214, Anyu estaba afuera.
Ella lo miró. Le miró como una bala en cámara lenta.
—Tú… más te vale hablar claro —dijo, sin levantar la voz—.
Porque si le dices media mentira, Joseph, te juro que no te vuelvo a dejar entrar.
Joseph solo asintió.
—Lo sé.
Abrió la puerta. Entró.
Lili estaba despierta, sentada, con una almohada detrás. Pálida. Ojerosa.
El suero colgado al lado. Tenía la vista clavada en la ventana, pero lo sintió entrar. No se movió.
Él se acercó, lento.
—Lili...
Ella giró el rostro. Lo miró directo a los ojos. No había odio. Pero tampoco había dulzura.
—¿Te acostaste con ella?
—¡No! —la respuesta salió como un disparo—. ¡No, no me acosté con ella! Escúchame,
por favor. Te juro por Dios que no pasó eso. Fue una trampa. Me drogó.
Lili no dijo nada.
—Me citó al hotel. Me dijo que quería que conociera al niño. Me dijo que estaba en el lobby.
Luego que subiera a la habitación. Estaba el niño. Me dio agua. No sé qué tenía esa maldita agua.
Me mareé. Me dormí. Cuando desperté…
estaban los reporteros. Yo estaba desnudo.
Ella fingía estar golpeada. Todo era una escena.
—¿Y tú creíste que no se sabría? —dijo ella, sin levantar la voz.
—No... Solo no pensé. Pensé que podía resolverlo rápido, sin alarmarte.
—Otra vez cargando solo. ¿Y yo qué soy, Joseph? ¿Una maldita carga que no puedes molestar?
Joseph se arrodilló junto a la cama. Tomó su mano. Estaba fría.
—No eres una carga. Eres mi esposa. Mi familia. Mi casa.
Pero tenía miedo. Kaori me atrapó. Y yo no quería que tú...
que tú sufrieras más. Que perdieras al bebé por esto.
Ella lo miró. Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero se aguantaba.
—¿Y tú crees que no sufrí viéndolo por televisión?
¿Crees que no fue peor estar sola, en casa,
viendo cómo te llevaban esposado los malditos noticieros?
—Lo sé. Lo sé. Y lo siento. Con el alma, Lili.
—Joseph, yo... ya no puedo más con medias verdades.
Ya no quiero sentir que tengo que cargar sola el peso de cuidarme
de lo que me hace daño, mientras tú te callas para protegerme.
¡Tú también tienes que confiar en mí, joder!
—Tienes razón.
Se quedaron en silencio. Ella bajó la mirada. Joseph tragó saliva.
—El niño… la prueba de ADN salió positiva.
Lili levantó la mirada bruscamente.
—¿Qué?
—Pero creo que está manipulada. No tengo pruebas, aún.
Pero no puede ser. No hay forma. Todo esto fue orquestado desde que llegamos a Japón.
Cada paso fue una jugada suya. Y ahora… ahora me jodió.
El silencio volvió.
Ella retiró su mano.
—No sé si te creo. Pero estoy cansada, Joseph. De tener que decidir entre amarte y sobrevivirme.
—No tienes que decidir —susurró él—. Solo quédate conmigo.
Deja que yo decida ahora. Que pelee por ti. Por nosotros.
Lili miró hacia abajo. Luego al vientre. El bebé se movió. Lo sintió. Joseph también.
—Se movió…
Joseph se quedó inmóvil. Como si ese gesto fuera lo único que necesitaba para seguir respirando.
—¿Puedo…?
Ella asintió.
Él puso la mano sobre su vientre.
Y allí, por un instante, no existió Kaori. Ni escándalos. Ni cámaras. Ni mentiras.
Solo los tres.
Capítulo 243– Que el mundo crea lo que quiera... por ahora
Lili lo miraba con los ojos secos. Ya no estaba llorando. Estaba pensando.
—Aprovecha que estás en el hospital conmigo —dijo con calma—.
Ve y hazte una prueba toxicológica. Que te analicen sangre, orina,
lo que sea. Hay que saber qué carajo te metieron en ese trago.
Joseph la miró. Asintió, lento.
—Voy a hacerlo.
—Y guarda todo. No hables. No salgas a dar explicaciones.
No pongas ni un tuit. Nada.
—¿Y si esto se pone peor?
—Va a ponerse peor. Por eso vamos a dejar que
se ponga bien jodidamente peor. Porque cuando más alto estén, más va a doler la caída.
Y Kaori está subiendo... demasiado rápido.
Joseph apretó los labios. Se sentó a su lado.
—¿Y tú...? ¿Cómo estás?
—¿De verdad quieres saber? Estoy en un hospital. Embarazada.
Con la presión por el piso. Mi esposo fue tendencia mundial por
una escena que parece sacada de una
telenovela barata, y aún así estoy tratando de pensar con la cabeza.
Así que no me preguntes eso, Joseph.
Él no dijo nada. Solo bajó la cabeza.
—Una cosa más —dijo Lili, más seria—. ¿Conseguiste el cabello del niño?
Joseph levantó la vista, sorprendido.
—¿Cómo supiste que lo intenté?
—Porque te conozco. Eres de los que piensa en el plan B incluso
con la casa en llamas. Y porque si no lo hiciste, eres más pendejo de lo que pensé.
Joseph soltó una risa nerviosa.
—Sí, lo hice.
Entonces lo recordó.
Cuando llegó a la habitación del hotel, el niño estaba ahí.
Con una sonrisa educada, como si todo fuera normal.
Le ofreció agua en un vasito plástico. Joseph lo aceptó,
por cortesía,
no por confianza. Se sentó, y el niño se acercó para enseñarle unos dibujos que tenía en una libreta.
—¿Tú dibujas esto? —le preguntó.
—Sí, señor Joseph —respondió el niño, educado.
En ese momento, mientras el niño hablaba,
Joseph le acarició la cabeza, fingiendo cariño...
y discretamente, con dos dedos, arrancó un pequeño mechón de cabello.
Lo envolvió en un pañuelo y lo metió en el bolsillo interior de su chaqueta.
Unos minutos después, comenzó a sentirse mareado.
—Lo tengo guardado en una bolsa sellada —dijo Joseph al volver al presente—.
No lo he tocado desde entonces.
—Bien. Cuando puedas, sin hacer ruido,
llévalo a un laboratorio privado. Haz una nueva prueba de ADN.
Pero confidencial. No una de esas que se filtran.
Nadie debe saber que la estamos haciendo.
—Entendido.
—Y una cosa más, Joseph…
—Dime.
—No vas a dar ninguna maldita rueda de prensa,
ni entrevista, ni "aclaración en Instagram", ¿entendido?
Nada. Hasta que yo lo diga. Vamos a dejar que se revuelquen en su éxito.
—Como digas, jefa.
—No me jodas, Joseph. Hablo en serio.
—Lo sé.
Se quedaron en silencio. Joseph tomó su mano. Esta vez ella no se la quitó.
—Te amo —dijo él.
—Yo también. Pero ahora no es momento para ser novios de cuento de hadas.
Esto es una guerra. Y en la guerra se gana con inteligencia, no con declaraciones.
Joseph asintió. La besó en la frente.
Y por primera vez en días…Capítulo 244 – A oscuras, ambos mueven sus piezas
Joseph se levantó temprano esa mañana. Apenas había dormido.
Lili seguía en observación, pero estable. Su presión se había normalizado.
La bebé estaba bien, según los médicos. Eso era lo único que le importaba.
Pero ahora tenía que moverse con precisión quirúrgica.
Lo primero que hizo fue llamar a Alex desde el pasillo del hospital.
—Tengo que hacer una prueba toxicológica. Confidencial.
Consígueme una clínica que no esté asociada a ningún medio ni empresa local.
—¿Algo grave?
—Es por lo de Kaori. Me drogaron. Lili ya lo sabe todo.
También tengo el cabello del niño.
Vamos a hacer una prueba de ADN.
—Mierda... —Alex no disimuló la tensión—.
Dame diez minutos, y te mando la dirección
y el nombre de alguien de confianza.
—Perfecto. Que no se filtre nada, Alex. Esto es guerra.
Cortó. Se pasó una mano por el rostro. Tenía el alma hecha trizas,
pero no había tiempo para sentir nada. No ahora.
Tres horas después, estaba sentado en una clínica pequeña,
pero de alta tecnología. Le tomaron muestras de sangre, orina y cabello.
Pidió todos los resultados con cadena de custodia.
Que quedara todo sellado y certificado.
—Esto no puede salir de aquí —le dijo al encargado—. Hasta que yo lo diga.
—Entendido, señor Tamashi.
Al salir, tomó un desvío hacia el laboratorio donde entregarían el mechón de cabello.
Todo con nombres falsos, intermediarios.
El objetivo era atacar desde la sombra.
Mientras tanto, en un lujoso hotel cinco estrellas,
Kaori estaba en su punto más alto.
La habitación presidencial estaba llena de personas. Su estilista, su maquillista,
el director creativo de su nuevo videoclip, su manager personal y dos
asistentes que se encargaban
de registrar todo para redes.
Vestida con una bata blanca de seda, Kaori tomaba café helado
mientras revisaba los datos de su última publicación. Un clip del niño
—que el público ya había aceptado
como el hijo de Joseph— dibujando mientras sonaba de fondo
una de las canciones “reversionadas” del último álbum de Joseph y Lili.
24 millones de vistas en menos de 12 horas.
Kaori sonrió con autosuficiencia.
—Todo está saliendo justo como quiero —dijo en japonés—.
Pero ahora hay que preparar el segundo golpe. Ya Joseph cayó.
Ahora hay que romper su imagen de padre ejemplar.
—¿Cómo quieres proceder? —preguntó su manager, Kazuki.
—Vamos a exponer una parte íntima. Algo que toque fibras.
El siguiente video va a ser sobre mi historia con Joseph.
Una mezcla de anécdotas, fotos reales,
y el “niño” contando cómo ha sido crecer sin su padre.
Que diga que quiere conocerlo,
que lo admira desde lejos.
Kazuki dudó.
—¿No crees que es demasiado? ¿Y si se revierte?
—No se va a revertir. Mientras los medios crean que ese niño es su hijo,
yo tengo el control emocional del escándalo.
Y Joseph no puede probar lo contrario Además…
—sonrió—, si reacciona, parece culpable. Si guarda silencio, parece más culpable.
Kaori se puso de pie.
—Y mientras tanto, el público me ama. Soy la madre que lo dio todo.
La mujer abandonada. La artista que sobrevivió. Y pronto…
Hizo una pausa.
—…seré también la figura pública más querida de Asia y resto del mundo.
Joseph volvió al hospital al anochecer. Lili dormía. La bebé también, según el monitoreo.
Se sentó a su lado. No la despertó.
Miró el techo y cerró los ojos.
Kaori no lo sabía, pero ya había sembrado su propia tumba mediática.
Joseph tenía un plan. Lili también. Las pruebas vendrían, los documentos hablarían.
La verdad, cuando explote, no necesitaría defensa.
Solo esperar que el monstruo suba lo suficiente para dejarse caer.
Kaori jugaba con el fuego.
Ellos ya estaban preparando la gasolina.
Capítulo 245 – “Decisiones bajo presión”
—Ya no aguanto más esta mierda.
La voz de Lili sonó más fuerte de lo que esperaba. Joseph,
que estaba en el sofá improvisado de la habitación, se giró de inmediato.
—¿Qué pasó?
—Estoy harta, Joseph. Estoy bien, la bebé está bien. ¿Qué carajo hacemos aquí todavía?
Él suspiró. Se acercó con calma, con esa actitud serena que había desarrollado desde que todo explotó.
Pero Lili lo conocía demasiado bien para no notar
la tensión escondida bajo su postura tranquila.
—Los doctores dijeron que quieren observarte un par de días más. Solo por precaución.
—No necesito más observaciones. Lo que necesito es salir de este jodido hospital y
estar contigo en casa. Comer comida normal. Dormir en mi cama.
No despertar con pitidos ni luces blancas que parecen de interrogatorio. ¿Es mucho pedir?
Joseph la miró un segundo. Luego soltó una pequeña sonrisa.
—No. No es mucho pedir. Si el doctor da el alta, nos vamos hoy.
—¿Y si no?
—Me la llevo igual.
Lili soltó una risa bajita, que se mezcló con un suspiro.
Una hora después, tras hablar con el médico y firmar bajo su responsabilidad,
Joseph y Lili salían del hospital. No había medios afuera.
Se habían asegurado de usar una salida lateral, sin ruido.
Camino a casa, Lili se quedó mirando por la ventana, con la mano en la barriga.
El aire del atardecer le refrescaba la cara y el alma.
—Gracias por quedarte —dijo de pronto, sin mirarlo.
—¿Dónde más iba a estar? —respondió Joseph, sin perder de vista el camino.
—No lo sé. A veces... siento que sigo esperando que te vayas.
—No voy a hacerlo.
No dijeron más.
Ya en casa, Lili se puso ropa cómoda, se tiró en el sofá y cerró los ojos.
Joseph fue a la cocina a prepararle algo ligero.
Entonces sonó su teléfono.
Mensaje de Kaori.
Sé que has visto todo. No busco pelear. Solo quiero hablar. No hay cámaras. Solo tú y yo, si quieres. Estoy en RD. Puedes decidir si vienes sola, o con Joseph. Pero quiero aclararlo todo. Lo que pasó, lo que viene. Tú eliges. —K
Lili tragó seco. Su primer impulso fue borrarlo. Pero algo le dijo que no debía actuar sola.
Se levantó, caminó hasta la cocina.
—Joseph...
—¿Sí?
Le mostró el celular. Él lo leyó en silencio.
—¿Crees que sea una trampa? —preguntó Lili.
—Con Kaori, todo puede ser una trampa. Pero… también puede ser algo que necesitemos oír. O grabar.
—No quiero volver a sentirme vulnerable, Joseph.
—No vas a estar sola.
—¿Vamos?
—No sin tener el control esta vez —dijo él—. Voy a mover contactos.
Que tengamos ojos desde afuera. Si ella planea joder, esta vez vamos un paso adelante.
—¿Y si quiere realmente hablar?
Joseph la miró directo a los ojos.
—Entonces va a tener que tragarse su teatro delante de nosotros.
Pero no más sorpresas. No más agua con mierda adentro.
No más reporteros. Esta vez, vamos nosotros… con las cartas marcadas.
Lili respiró hondo. Su bebé se movió levemente en su vientre.
—Entonces vamos. Pero esta vez, por nosotros, no por ella.
Y así, la próxima jugada quedó en marcha.
Capítulo 246– “Plan de guerra”
La sala estaba en silencio. Solo se oía el zumbido del aire acondicionado
y el leve clic de Alex tecleando en su laptop. Anyu tenía los brazos cruzados,
apoyada contra la pared, con expresión seria. Joseph caminaba de un lado a otro,
y Lili estaba en el sofá, rodeada de cojines, con una mano sobre la panza.
—Tú pareces de nueve meses, mamita —murmuró Anyu, sin sarcasmo,
solo con preocupación real—. Estás segura de que puedes ir a esa reunión.
—No quiero quedarme fuera —respondió Lili, sin levantar la vista del celular—. No otra vez.
No quiero verla sola, ni dejar que me usen como un comodín en esta historia.
—Entonces hagámoslo bien —dijo Alex, cerrando la laptop—. Tengo tres cámaras ocultas.
Una en un dije, una en un bolígrafo y otra en un reloj.
Dos micrófonos de contacto y uno de solapa.
Si se ponen los tres, nos aseguramos de tener audio aunque haya interferencia.
—¿Y si Kaori revisa? —preguntó Joseph, cruzado de brazos.
—Ahí entra mi parte —dijo Anyu—. Yo voy como chofer y me quedo en el auto
con un micrófono abierto. Si algo se sale de control, entro.
Pero lo ideal sería que ella no sepa que estoy ahí.
—Yo iré con una mochila. Nada raro. Dentro va un transmisor de respaldo que
envía todo a la nube directamente —continuó Alex—. Si algo se pierde, se sube igual.
No puede borrar lo que no controla.
Lili asintió lentamente. Luego se encogió un poco sobre sí misma.
Su barriga parecía inflarse más con cada día. El doctor lo había dicho: embarazos como el suyo,
con tanto estrés acumulado, pueden presentar crecimiento acelerado del útero, aunque el bebé estuviera en peso normal.
—Hay algo que me preocupa —dijo Lili de pronto—. Si ella vuelve a drogarte,
o si intenta usar a ese niño otra vez...
—No me va a drogar —la interrumpió Joseph con un tono seco—.
Esta vez no va a haber bebida. Ni juego. Ni dejarme llevar por la emocionalidad.
Voy porque tú y yo lo necesitamos, no porque le deba algo.
—¿Y el niño? —preguntó Anyu—. ¿Qué pasa si resulta ser tu hijo?
—Entonces será mi problema, no el de Lili.
Ella lo miró. Su rostro no mostró enojo, pero sí un dejo de dolor. Aun así, asintió.
Nadie iba a jugar con ella de nuevo.
—Esto no es solo para limpiar tu nombre, Joseph —añadió Alex—. Esta vez es para cerrar el círculo.
Ya estamos hartos de que ella dicte el ritmo del juego. Es hora de cambiar la melodía.
Por la tarde, practicaron qué diría cada uno, dónde se colocarían
las cámaras y cómo se comunicarían si todo se salía de control.
Incluso pensaron en que Lili pudiera usar un anillo como botón de pánico si sentía que algo iba mal.
Al caer la noche, todos estaban exhaustos.
Joseph le sirvió a Lili una taza de leche con avena. Ella la aceptó con una mueca, pero sin protestar.
—¿Te duele algo? —preguntó él, sentándose a su lado.
—Solo siento... presión. No dolor. Como si mi cuerpo supiera que algo grande va a pasar.
Joseph le acarició el vientre con ambas manos. El bebé pateó, fuerte.
—También lo siente.
—No me dejes sola ahí dentro —le susurró ella—. Si me pierdo otra vez, recuérdame quién soy.
—No vas a perderte —le respondió Joseph—. Esta vez vamos juntos.
Y aunque el cansancio, el miedo y la incertidumbre se colaban por las rendijas,
esa noche durmieron sabiendo que el tablero estaba listo. Que el juego cambiaría de manos.
Mañana, iban a mirar a Kaori a los ojos. Y esta vez, no iba a haber lugar para trucos.
Capítulo 247– “El camino al campo de batalla”
—¿Ya llegamos? —preguntó Lili por tercera vez en menos de cinco minutos,
con la voz cargada de fastidio.
Joseph volteó desde el asiento del pasajero. Alex iba manejando con calma,
mientras Anyu sostenía una botella de agua que Lili no quería tomar.
—No —dijo Joseph—. Faltan veinte minutos, amor. Respira.
—No me digas que respire, Joseph
—gruñó Lili, llevándose una mano al vientre—. Me duele la espalda,
los pies se me están hinchando, y siento que esta barriga se va a reventar de un momento a otro.
—Tal vez no deberías ir —murmuró Alex desde el volante, sin voltear.
—¡No empieces tú también! —saltó Anyu—. Ella ya decidió.
Vamos a estar ahí para que no pase nada, pero ya basta de tratarla como una flor.
—¿Una flor? Estoy inflada como una maldita auyama —bufó Lili, levantando
levemente la blusa para dejar ver su vientre redondo, tenso. Joseph intentó sonreír, pero no lo logró.
El ambiente dentro del carro estaba denso, no por el aire acondicionado,
sino por la ansiedad. Lili respiraba más agitada de lo normal, y
cada tanto soltaba un suspiro, un quejido, o se quejaba del cinturón de seguridad.
—¿Y si el bebé se mueve mucho allá adentro y no puedo disimular?
—preguntó de pronto, bajando la voz—. ¿Y si me siento mal en medio de esa reunión?
—Ahí salimos todos —dijo Anyu—. Esto es una jugada, Lili. No estás sola.
El mínimo problema y se cancela todo. Pero tú tomas la última decisión.
Lili asintió. Se quedó en silencio unos segundos. Luego miró por la ventana.
Estaban pasando por una zona hotelera, edificios altos, turistas, autos de lujo.
Justo en ese caos de ciudad disfrazada de paraíso, los esperaba Kaori.
—Siento que va a intentar algo —dijo Lili—. No sé qué, pero no va a ser solo hablar. Ya hizo demasiado.
—Por eso tenemos las cámaras. El equipo listo. Nada de bebidas,
nada de puertas cerradas —interrumpió Joseph—. Esta vez no tiene margen de maniobra.
—Tiene un maldito niño, Joseph —dijo Lili, cruzando los brazos con esfuerzo—.
Y lo usa como anzuelo. ¿Cómo compites con eso?
El silencio volvió por un segundo. Nadie supo qué decir.
Veinticinco minutos después, estacionaron frente al hotel. Alex bajó primero.
Joseph le ayudó a Lili a salir del auto. Ella se sostuvo de su brazo,
pero al incorporarse soltó una exclamación de dolor.
—¡Ah! ¡Coño! Me jaló por dentro —dijo llevándose la mano a la parte baja del vientre.
—¿Contracción? —preguntó Anyu, acercándose rápido.
—No. No creo. Solo fue fuerte. Ya pasó.
Joseph no dijo nada, pero la sujetó más fuerte. Lili estaba sudando,
aunque el aire era fresco. Se limpió la frente con la manga.
—Esto va a ser rápido —dijo Joseph—. Entramos, grabamos, salimos. Lo prometo.
—Promete menos y haz más —le respondió ella con una media sonrisa—.
Y si ves que me estoy poniendo pálida o rara, no te hagas el valiente. Me sacas de ahí.
—Hecho.
Entraron al lobby del hotel. Era lujoso, impersonal. Mármol blanco,
luz cálida, música instrumental. Joseph saludó a uno de los empleados,
quien lo reconoció y le indicó con discreción la dirección al ascensor.
—Está en el piso 17. Suite presidencial.
—Obvio —murmuró Anyu.
Antes de subir, Lili se detuvo.
—Esperen.
Todos voltearon hacia ella.
—Sea lo que sea que pase allá arriba… si algo sale mal…
no quiero que se sientan culpables. Yo elegí esto. Yo quise venir.
—Lili… —empezó Joseph, pero ella levantó una mano.
—No. Déjame terminar. Esto no es solo por nosotros, es por todo lo que han hecho
con mi nombre, con mi historia, con nuestra historia. Nadie más va a contarla por mí.
Y con esa determinación dolorosa y valiente, subieron al ascensor.
Cada uno con el corazón palpitando fuerte. Cada uno sabiendo que ese momento podía cambiarlo todo.
Al llegar al piso 17, las puertas se abrieron.
Y la trampa… ya estaba puesta.
Capítulo 248 – “Teatro a la luz del día”
La mesa estaba lista.
Una sala de estar en una esquina elegante del lobby. Sofás grises, café servido,
personal del hotel dando vueltas, cámaras escondidas —unas autorizadas, otras no.
Los flashes de los teléfonos se disimulaban detrás de movimientos casuales.
Joseph llegó primero, con Lili de la mano. A pesar del embarazo de seis meses,
ella se mantenía firme. Llevaba un suéter largo, cómodo pero bien ajustado.
No usaba maquillaje llamativo, solo lo justo. En su mano izquierda,
el anillo de boda había sido cambiado por uno distinto: de titanio mate, grueso,
con un pequeño relieve invisible al ojo común. Un anillo con botón de pánico.
La idea había sido de Alex. Por si acaso.
Joseph estaba tenso. Lili, más.
—Recuerda —le susurró Joseph—. No le des poder. No le des lo que quiere.
—Sé perfectamente lo que quiere —respondió Lili—.
Que pierda el control. Y eso no va a pasar.
Cinco minutos después, Kaori bajó.
Llevaba un vestido blanco de diseñador, entallado, y unos lentes oscuros que se quitó al acercarse.
Sonrió como si estuviera entrando a una gala. El niño, de cabello castaño oscuro, iba de su mano.
Tenía alrededor de nueve años, llevaba un suéter y jeans caros,
y miraba a Joseph con una mezcla de
incomodidad y timidez ensayada.
Kaori caminó hacia ellos como si la alfombra del lobby fuera su pasarela.
—Joseph —dijo, con voz suave—. Qué gusto verte. Y Lili… qué gusto conocerte, al fin.
Joseph no respondió. Lili, con media sonrisa forzada, asintió.
—Podemos hablar sentados —dijo Joseph.
Kaori asintió. Se sentaron. El niño, que había sido entrenado para comportarse, se quedó a su lado.
—Él se llama Hiro Joseph —dijo Kaori, acariciando el cabello del niño—.
Lleva tu nombre, por si te interesa.
Joseph solo miró al niño. No había odio en su rostro. Solo una calma gélida.
—¿Él sabe por qué estamos aquí? —preguntó.
Kaori sonrió, encantada con su juego.
—Él sabe que quiere conocerte. ¿No es cierto, Hiro?
El niño asintió sin mirar directamente a Joseph. Todo el lobby parecía escuchar sin escuchar.
Durante los primeros minutos, la conversación fue superficial. Kaori hablaba como si
estuvieran en una reunión de viejos amigos. Joseph respondía con monosílabos.
Lili permanecía callada, pero atenta.
Hasta que Lili se removió incómoda en su asiento. Hizo una mueca y susurró:
—Tengo que ir al baño.
Joseph se enderezó al instante.
—¿Te acompaño?
—Estoy embarazada, Joseph. No inválida. Vengo ahora.
Lili se levantó lentamente, con una mano en la espalda baja. Cruzó el lobby con calma,
pero atenta a cada rostro. Apenas entró al baño, una mujer del equipo de Alex
—disfrazada de huésped— entró tras ella, como estaba planeado.
Mientras tanto, Kaori se inclinó un poco más cerca de Joseph.
—¿La estás disfrutando? —le susurró, sin dejar de sonreír.
Joseph frunció el ceño.
—¿Disfrutar qué?
—Este teatro… ¿O de verdad crees que ella tiene oportunidad contra mí?
—Estás enferma —le respondió Joseph, con voz baja, firme.
Kaori se rio.
—Oh, cariño. Estoy despierta. Lo que tú y tu dulce esposa están haciendo no va a cambiar lo que viene.
Joseph cerró los puños, pero no dijo nada. Observó al niño. El chico seguía sin hablar.
Kaori, satisfecha con el efecto, se recostó un poco hacia atrás.
Había cámaras grabando desde lejos, y sabía que su imagen saldría perfecta:
madre impecable, calmada, mujer traicionada.
En el baño, Lili se lavó la cara con agua fría.
—¿Estás bien? —preguntó la mujer del equipo.
—Sí. Solo… me dio un poco de náuseas —respondió Lili—.
No es la primera vez. El bebé está... inquieto.
—Tienes el anillo. Cualquier cosa…
—Lo sé.
Se miró en el espejo. Tenía ojeras, la piel algo pálida, pero sus ojos…
esos no habían perdido fuego.
—Vamos a terminar esto —dijo, saliendo del baño.
Cuando regresó, Kaori ya se estaba despidiendo.
—Creo que fue suficiente por hoy. ¿No crees, Joseph?
Joseph solo asintió.
—Nos vemos pronto. Muy pronto —dijo Kaori, besando la cabeza del niño y tomándolo de la mano.
Cuando se alejaron, Joseph ayudó a Lili a sentarse de nuevo. Ella estaba sudando.
—¿Estás bien? —le preguntó en voz baja.
—Estoy bien. Pero Kaori está tramando algo. ¿Viste cómo miraba a las cámaras?
Esto no fue solo una reunión. Fue un set de grabación.
Joseph asintió. Sacó el teléfono y escribió a Alex: Activa todo. Este show va a explotar.
Y cuando Lili volvió a mirar hacia la puerta, Kaori ya no estaba. Pero el niño… sí.
Capítulo 249 – “El Juego Detrás del Cristal”
Kaori no improvisaba.
Detrás de su sonrisa perfecta en el lobby, detrás del vestido blanco y la calma fingida,
se movía una maquinaria de planificación quirúrgica. La reunión con Joseph y Lili no
había sido una conversación. Había sido una escena cuidadosamente escrita y ensayada.
Desde la noche anterior, Kaori tenía al equipo completo en la suite presidencial del hotel:
cámaras ocultas,
micrófonos distribuidos, productores disfrazados de huéspedes,
y dos estilistas listos para maquillar a su
“hijo” según lo necesitara.
—No hace falta ADN si el público cree la historia —le había dicho su publicista,
mientras revisaban el guion por décima vez.
El plan real no era que Joseph viera al niño.
No.
El plan era que Lili explotara. Que perdiera el control.
Que sus ojos se salieran de la calma por el estrés,
que sus palabras fueran sacadas de contexto, que algún empujón,
alguna mala cara frente a cámaras,
pudieran usarse luego para mostrarla como inestable. Vulnerable. Descontrolada.
Pero Lili no mordió el anzuelo. No se alteró. No cayó.
Kaori, sin embargo, tenía un segundo movimiento.
Una cámara colocada entre dos columnas del lobby, de ángulo bajo y con lente gran angular,
había captado todo el momento en el que Lili se paró, con una expresión ligeramente molesta.
Había salido directo al baño, y eso bastaba.
—En el video parecerá que huyó —dijo el editor esa misma noche—. Que no soportó la presión.
—Perfecto —respondió Kaori, sentada en la cama, con una copa de vino—.
Que lo editen con dramatismo. Música suave. Voz en off. Mañana, 9 a.m., lo quiero publicado.
Pero eso no era todo.
La cámara del ascensor también fue hackeada. Kaori se aseguró de que se filtraran
imágenes de ella con el niño, saliendo del hotel más tarde, tomados de la mano, sonriendo, como una familia feliz.
El texto del video diría:
“Kaori, tras una reunión con Joseph y su esposa, mantiene
la cabeza en alto por su hijo.”
Y por si eso no bastaba…
Tenía otra bomba.
Durante la reunión en el lobby, uno de los productores había logrado captar un
fragmento de la conversación en que Joseph dijo:
—El no es mi hijo
Esa línea, cortada, sería usada para fingir que Joseph ya aceptaba al niño como suyo.
Horas después del encuentro, Kaori estaba en su suite, rodeada de pantallas.
Vio el primer corte del material.
—No es perfecto… pero es suficiente para incendiar las redes.
—¿Y si Joseph habla? —preguntó su asistente.
—Que hable —respondió, bebiendo de su copa—. Cualquier cosa que diga lo hace ver culpable.
El público no quiere pruebas. Quiere drama.
Se recostó sobre los cojines.
—Prepárense para lo siguiente. En dos días lanzamos un documental exclusivo: “Madre en silencio”. Ya grabamos todo lo necesario. Quiero que lo vendan como la historia real de una mujer que solo quiere justicia para su hijo.
El equipo asintió. No había marcha atrás.
Pero lo que Kaori no sabía… es que Joseph también estaba grabando.
Que Lili llevaba un botón de pánico que activó un micrófono oculto. Que cada palabra suya en la conversación también fue registrada, y que su risa venenosa, su burla apenas disimulada, su tono de superioridad,
todo eso estaba en un archivo de audio con fecha, hora y ubicación.
Kaori no lo sabía aún. Pero la partida que pensaba que tenía ganada…
apenas estaba comenzando.
Capítulo 250 – “Víctima para el Mundo”
9:03 a.m.
YouTube, TikTok, Twitter, Instagram, Facebook.
Todas las plataformas compartieron el mismo video:
“Una madre en silencio: Kaori cuenta su verdad”
Duraba cinco minutos y treinta y dos segundos.
Comenzaba con una música suave, un piano melancólico. Imágenes de
Kaori cargando al supuesto hijo de Joseph, saliendo del hotel con gafas oscuras,
rodeada de flashes, intercaladas con tomas de archivo de ella llorando en entrevistas pasadas.
Luego, la voz en off:
“Por años, ella calló. Por años, protegió a su hijo del ojo público.
Pero hoy, Kaori rompe el silencio.”
Las imágenes continuaban:
Joseph entrando al lobby.
Kaori de pie.
Lili alejándose hacia el baño.
Joseph sentado frente al niño.
Un corte sin contexto:
Joseph diciendo: “Él no es mi hijo.”
Lo siguiente fue una frase escrita en pantalla blanca:
“¿Qué más necesita para ser reconocido?”
Y luego… silencio.
El logo de una agencia productora apareció.
Una frase final cerró el video:
“A veces, el verdadero padre no es quien da la vida, sino quien tiene el valor de aceptarla.”
Explosión.
Redes sociales – minuto 4 tras el estreno
💬 “¡Joseph es un asco! ¡Lo sabía! Siempre supe que esa sonrisa escondía algo.”
💬 “Pobre Kaori. Qué fuerza para hablar. Qué mujerón.”
💬 “Ese niño se merece un padre. ¿Por qué no lo acepta?”
El hashtag #KaoriLaVerdad se volvió tendencia en 11 países.
#JusticiaParaElNiño fue número 1 en Corea, Japón, y Panamá.
#LiliSaitoFuera apareció a los 30 minutos en redes latinas.
Periodistas latinos, japoneses y estadounidenses comenzaron a pedir entrevistas.
Los medios revivieron el escándalo anterior en el hotel. Titulares agresivos:
📰 “Kaori destapa su verdad, ¿es Joseph un padre irresponsable?”
📰 “El mundo de Lili Saito, ¿basado en mentiras?”
📰 “El supuesto hijo de Joseph rompe el silencio… con su mirada.”
📰 “¿Y si Joseph lo supo todo el tiempo?”
Algunas figuras públicas tomaron partido.
📢 Una presentadora en México:
—Kaori es una madre valiente. El silencio de Joseph es sospechoso.
📢 Un influencer en Corea:
—Ella no necesita pruebas. Se nota que el niño es de él. ¿Lo vieron?
📢 Una cantante japonesa (rival directa de Kaori):
—No me meto, pero lo de Kaori se siente muy “producido”.
En casa de Lili y Joseph, la tormenta cayó como granizo.
—¿Ya lo viste? —preguntó Alex al entrar al estudio.
Joseph asintió, con la mandíbula apretada.
—Todo está editado. Cada palabra fuera de contexto. El guion está claro.
—Y lo peor —intervino Anyu—, la gente lo está comprando.
Lili estaba sentada en el sofá, con el celular en las manos, los ojos clavados en lo
s mensajes privados que llegaban a su cuenta.
Algunos eran crueles, otros simplemente dudosos.
—¿Estás bien? —preguntó Joseph, acercándose.
—No —respondió Lili con sinceridad—. Pero voy a estarlo. Porque esto… esto no va a quedar así.
Joseph se agachó frente a ella. Su mano sobre la pierna de ella, firme.
—¿Estás segura?
—Más que nunca. El mundo quiere espectáculo. Pues que lo tenga. Pero esta vez, con la verdad.
En algún lugar de RD, Kaori sonrió al ver las cifras.
Más de 12 millones de vistas en 4 horas.
—Pobres ilusos —dijo, mientras brindaba con su agente—. Y esto es solo el primer acto.
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