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SUSURRO A LA DISTANCIA CAPITULO 171 - 180

Capítulo 171: El latido que nadie oye (aún)

—¿Qué se supone que es eso?
—¡Ese es el saco gestacional! Mira, ahí.
—Eso parece una burbujita…
—Porque lo es —dijo la doctora sonriendo—. Esa burbujita…

es el comienzo de su bebé.

Lili no pudo decir nada.

Solo respiró.
Lenta, profunda.
Como si cada célula de su cuerpo estuviera intentando entenderlo:
Era real. Estaba creciendo vida dentro de ella.

Joseph apretaba su mano. No hablaba tampoco.

Solo sonreía como si estuviera frente al milagro más extraño y

perfecto que el universo había decidido regalarle.

—¿Quieres escuchar el corazón? —preguntó la doctora.

Lili tragó saliva.

—¿Ya tiene…?

La doctora asintió.

Y cuando el sonido se llenó en la sala —rápido, fuerte, vivo—
Lili se quebró.

Ese latido no era suyo.
Ese latido era nuevo.
Era pequeño.
Pero también era el latido de alguien que existía porque ellos dos se amaban.

Joseph se inclinó y besó su frente con ternura.

—Hola, pequeñ@ —susurró—. Aquí estamos.


✦ Días después – en casa

Los días comenzaron a pasar, distintos, más suaves pero no menos intensos.
Lili despertaba con náuseas.
Le molestaban los olores fuertes.
Algunas noches lloraba sin razón.
Y otras, dormía abrazada a Joseph como si su cuerpo supiera que ya no estaba sola.

—¿Tienes alguna idea de nombres? —preguntó él una noche,

mientras le acariciaba la barriga aún plana.

Lili se rió con la nariz.

—Es muy pronto.

—Pero no imposible.

—¿Y tú?

Joseph se quedó pensativo.

—Si es niño… me gusta “Sora”.

—¿Por cielo? —preguntó ella.

Él asintió.

—Y si es niña… “Naomi”. Significa “hermosa y honesta”.

Lili sintió un nudo en la garganta.

—¿Y si el mundo lo descubre?

Joseph guardó silencio.

Ella se sentó en la cama, mirándolo con los ojos húmedos.

—No quiero volver a perderlo todo —dijo—.

No quiero que este bebé crezca rodeado de odio o cámaras.

—Entonces no lo sabrán —respondió él con suavidad—.

No aún. Podemos mantenerlo para nosotros.

Hasta que te sientas lista. Hasta que los dos lo estemos.


Los síntomas comenzaron a hacerse más intensos.

Lili se mareaba con facilidad.
Le daban arcadas si olía perfume.
Una noche terminó llorando porque no pudo comerse una sopa que le encantaba.
Otra, rompió a reír sin razón mientras se lavaba el cabello.

Joseph la cuidaba en silencio, con ternura.

—Tu cuerpo está creando magia —le decía, besándole el hombro—.

Aunque se sienta como caos.


✦ Una semana después

El secreto se volvió una promesa.
Anyu lo sabía. Alex lo sospechaba.
Pero el resto del mundo… aún no.

Afuera, los medios aún hablaban de la “voz misteriosa” del álbum,

de la relación que volvió a florecer, de la pareja que

había vuelto a escapar de las cámaras.

Lili leía titulares, sin abrir los artículos.

—¿Y si lo descubren? —susurró una mañana.

Joseph la miró desde la cocina, donde preparaba tostadas con aguacate.

—Entonces tendremos una canción lista para explicarlo.

Ella sonrió, cansada, pero honesta.

—No sé si tendré fuerzas para volver a ser “Lili la figura pública”.

—No lo seas.
—¿Entonces?
—Sé solo la mamá de nuestro bebé.
—¿Y tú?
—Seré el escenario de los dos.
—¿Y eso no te pesa?

Joseph se acercó, acarició su rostro.

—No pesa cuando se trata de ti.


✦ La noche más difícil

A medianoche, Lili despertó empapada en sudor.
Había tenido una pesadilla.
Volvía a caer.
Volvía al acantilado.
Pero esta vez, con alguien más en brazos.

Corrió al baño.
Vomitando.
Llorando.

Joseph llegó de inmediato.
La sostuvo.
La abrazó.

—Tengo miedo —dijo entre lágrimas—. A veces siento que no podré.

Que este mundo no me va a dejar respirar tranquila.

Joseph no dijo nada.
Solo la sostuvo.

—Y si algún día… si algo me pasa —Lili temblaba—, no quiero que este

bebé crezca con odio.

—No va a pasar nada, Lili.
Y si algún día no estás —su voz tembló—, me voy a asegurar de que sepa que su mamá fue todo.
Valiente. Fuerte. Hermosa. Luchadora.


Esa noche durmieron abrazados.
Con su mundo latiendo despacito en medio de los dos.
Un mundo que aún no conocía el caos.
Un mundo que solo entendía de latidos pequeños y amor callado.

Capítulo 172: Viento en contra

Era una mañana tranquila cuando Joseph encendió su teléfono.
Los mensajes, notificaciones y llamadas no paraban de llegar.
Pero esta vez no era por una canción, ni por un concierto.
Era por una noticia que explotó sin que ellos lo supieran.

Un paparazzi había filtrado una foto: Lili, con la mano sobre la barriga,

en un momento captado en su salida del médico.
La noticia recorrió las redes como pólvora.
“Lili está embarazada.”
“¿Joseph será el padre?”
“¿Qué significa para el álbum?”
“¿Por qué ocultaron esto?”


Lili vio el escándalo desde la ventana de su casa.
Las redes sociales explotaban, los comentarios se multiplicaban,

los titulares no daban tregua.

—¿Por qué…? —susurró.

Joseph entró, con el ceño fruncido.

—No estaba listo para que el mundo lo supiera.
—¿Y ahora?

Ella no respondió.
Solo bajó la mirada, sintiendo que la presión aumentaba,

que las dudas y los miedos regresaban con fuerza.


La prensa no perdonaba.

Los medios la acosaban con preguntas sobre su vida privada,

sobre el bebé, sobre el futuro.
Los seguidores se dividían: unos la apoyaban,

otros la criticaban, otros simplemente juzgaban sin saber.

—Lili, ¿cómo te sientes al convertirte en madre en medio de todo esto?

—le preguntaron al salir de su casa 

Ella mantuvo la calma, pero sus ojos revelaban el cansancio.

—Es un momento hermoso y también un reto.
—¿Estás lista para la fama y el estrés con un bebé?
—Estoy tomando las cosas un día a la vez.


Joseph, por su parte, recibió críticas por

“ocultar” la noticia y por “no proteger” a Lili.
Alex intentaba contenerlo, pero el peso se notaba.

—Tenemos que ser más cuidadosos

—dijo Joseph—. Esto se salió de control.


Anyu apoyaba a Lili a diario.
Le recordaba que no estaba sola, que la fortaleza no era no llorar,

sino seguir adelante a pesar del miedo.

—Esto no es solo tu batalla,

es de todos los que te amamos —le dijo una noche—.
Y aquí estamos para ti.


La pareja decidió cerrar sus redes sociales

temporalmente para buscar un respiro,

para proteger el embarazo, para buscar paz.

—Lo que viene será difícil —dijo Joseph—, pero lo enfrentaremos juntos.
—Lo que importa es nuestro pequeño latido —respondió Lili—, no el ruido afuera.

Y así, mientras afuera la tormenta mediática rugía,

dentro de su hogar se intentaba escuchar el latido de lo

que más importaba: el amor, la esperanza, la vida.


Capítulo 173: Un refugio en silencio

Los días en casa tenían un ritmo propio, pausado y suave,

como si el tiempo mismo respetara la nueva

vida que crecía en el vientre de Lili.

Las mañanas comenzaban con Joseph preparando el desayuno,

mientras Lili, aún con sueño, lo miraba con una mezcla de amor y cansancio.
Las náuseas y los mareos no desaparecían,

pero sentía que en aquella casa,

con Joseph cerca, podía enfrentar todo.

—¿Quieres que te prepare algo diferente hoy? —preguntaba él con ternura.

—Solo tu compañía —respondió ella, esbozando una pequeña sonrisa.


En la quietud del día, entre charlas, risas suaves y

silencios compartidos, Joseph aprovechaba para cuidar cada detalle.
Le recordaba que se hidratara, que descansara,

que el estrés fuera lo mínimo posible.

—Esto no es solo tu lucha —

le decía mientras le acariciaba el vientre—. Estamos en esto juntos.

Lili asintió, sintiendo el calor de su mano

como un ancla en medio de la incertidumbre.


Una tarde, mientras veían una película acurrucados en el sofá,

Joseph tomó la mano de Lili y la miró con seriedad.

—He estado pensando… —comenzó—. Con todo lo que ha pasado,

quiero hacer algo solo para nosotros.

Ella alzó una ceja, curiosa.

—Quiero casarme contigo. Pero sin fiesta, sin prensa, sin público.

Lili lo miró sorprendida, pero en sus ojos también brilló una emoción que no pudo ocultar.

—¿Solo nosotros dos?

—Solo nosotros.
Un momento para sellar lo que tenemos, sin ruido, sin miedo, solo amor y compromiso.

Un silencio dulce llenó la habitación.

—Joseph… —susurró ella—. Me encantaría.


Decidieron que sería un día sencillo, íntimo, solo ellos y quizás

Anyu y Alex como testigos silenciosos.
Una ceremonia pequeña, sin cámaras, sin expectativas.

En ese instante, ambos sintieron que,

a pesar del caos que los rodeaba,

tenían un refugio inquebrantable: su amor y el latido que compartían.


Mientras las semanas pasaban, Lili seguía enfrentando sus

síntomas con paciencia y valentía, y Joseph no dejaba de

sorprenderla con pequeños detalles y palabras que la hacían

sentirse amada y protegida.

Y aunque el mundo seguía girando afuera,

dentro de aquella casa, en aquel refugio,

la vida crecía en calma y esperanza.


Capítulo 175: El hogar que creamos

El sol entraba tímidamente por las ventanas,

bañando el departamento con una luz dorada que

parecía prometer días llenos de nuevas esperanzas.

Lili despertó con la sensación cálida de tener a Joseph a su lado,

su mano entrelazada con la suya.

Aunque las dudas aún aparecían en su mente,

ahora sentía que no estaba sola.

Joseph la miró con ternura.

—¿Cómo te sientes hoy? —preguntó con voz suave.

—Un poco cansada, pero

contenta —respondió ella—. Es un cambio grande,

pero saber que estamos juntos hace que todo sea más fácil.


Los días se fueron llenando de pequeñas rutinas: desayunos compartidos,

visitas al doctor, risas con Anyu y Alex, y

momentos de silencio donde simplemente disfrutaban de estar juntos.

—¿Ya te imaginas cómo será nuestro bebé? —le preguntaba Joseph,

acariciando suavemente su vientre.

Lili sonrió, sintiendo ese pequeño latido

que a veces parecía un mensaje secreto.

—Sí, a veces creo que ya está tratando de decirnos algo.


Pero no todo era sencillo.
Las náuseas mañaneras y el cansancio a veces agotaban a

Lili, y Joseph aprendió a ser paciente,

a adaptarse, a ser el pilar que ella necesitaba.

—No tienes que hacerlo sola

—le repetía una y otra vez—. Estamos en esto juntos.


En las noches, antes de dormir, conversaban sobre sus miedos y sueños.

—Tengo miedo de no ser suficiente

—confesó Lili una noche, con la voz quebrada—.

De no poder manejar todo, de perderme a mí misma.

Joseph la abrazó fuerte.

—Serás increíble —le aseguró—. Y yo estaré aquí para recordártelo cada día.


Así, entre desafíos y alegrías, risas y lágrimas,

la pareja comenzó a construir un hogar donde

el amor y la esperanza eran las bases.

Un hogar que, aunque pequeño y privado,

era el refugio más grande que podrían haber deseado.

Capítulo 176: Sombras en el refugio

Aunque el hogar de Lili y Joseph era un oasis en medio del caos,

el mundo afuera no dejaba de lanzar sombras que amenazaban con entrar.

Todo comenzó con un mensaje inesperado:

una carta formal de una de las discográficas con la que

Joseph tenía contrato, señalando que ciertos

compromisos no podían posponerse más y que la gira

mundial debía empezar en unas semanas.

—No puedo creer que justo ahora —dijo Joseph,

apretando la carta entre sus manos.

Lili, que estaba descansando en el sofá, levantó la vista.

—¿Y qué vas a hacer?

—Tengo que cumplir con el contrato. Pero…

esto significa dejarte sola con todo.

Un silencio pesado llenó la habitación.

—Joseph, el bebé y yo te necesitamos. No sé si pueda hacerlo sola.

Él se sentó junto a ella, tomando sus manos con firmeza.

—No te dejaré sola, lo prometo. Pero no sé cómo hacerlo sin sacrificar nada.


La noticia se filtró rápidamente a la prensa,

que empezó a especular sobre la salud del embarazo,

la estabilidad de la pareja y los riesgos de una gira en este momento.

Los comentarios en redes sociales explotaron en

dos bandos: quienes apoyaban a

Joseph por su carrera y quienes defendían a Lili por priorizar su salud y la del bebé.


Las discusiones entre ellos empezaron a crecer.

Lili sentía que él ponía su trabajo primero, y

Joseph sentía que la presión era insoportable,

dividido entre su amor y su carrera.

—¿Por qué no puedes entender que esto

es importante para mí? —exclamó Joseph en una noche tensa.

—Porque yo también tengo un límite

—respondió Lili con lágrimas—.

No quiero que nuestro hijo crezca con un padre ausente.


En medio del conflicto, Anyu y Alex intervinieron para mediar.

—Esto no es solo una elección personal,

es una decisión de pareja —les recordó Anyu—. Tienen que encontrar un equilibrio.

Alex agregó:

—El amor no es solo sacrificio, también es compromiso y apoyo mutuo.


Después de días de discusiones y silencio,

Joseph y Lili finalmente se sentaron a hablar con calma,

enfrentando sus miedos y buscando una solución juntos.

—No quiero perderte —dijo Joseph—. Ni perder lo que estamos construyendo.

—Entonces tenemos que ser honestos y apoyarnos

—respondió Lili—. Lo que venga, lo enfrentaremos juntos.


Capítulo 177: No quiero que vuelvas a irte solo

Las palabras entre ellos habían sido duras. La tensión, real.
El amor que los unía, firme… pero tambaleando por las circunstancias.

Joseph caminaba de un lado a otro por el estudio,

con la carta de la disquera aún doblada en su bolsillo.
Lili lo observaba desde la puerta,

con las manos sobre su vientre apenas abultado, respirando hondo.

—Joseph…

Él se detuvo.

—Lili, lo siento. No quiero pelear más contigo.

No es justo para ti, para nosotros…

—Su voz estaba quebrada—. Pero no sé cómo seguir sin sentir que fallo en todo.

Ella se acercó con calma, mirándolo fijamente.

—Entonces no sigamos así.

Joseph bajó la mirada, como esperando lo peor.

—No quiero que te vayas —dijo ella—. Pero tampoco quiero quedarme sin ti.

Joseph la miró confundido. Lili tomó su mano y la llevó hasta su vientre.

—Estoy de dos meses, Joseph. Aún tengo energía.

Aún tengo movilidad. Y, más importante, tengo el deseo de estar contigo.

—¿Qué… estás diciendo?

—Que iré contigo. A esa gira. A cada país. A cada ciudad.

Si me das un espacio a tu lado, en silencio,

sin luces… iré. No quiero que vuelvas a irte solo.

No después de todo lo que ya hemos vivido.

Joseph la miró como si no pudiera creerlo.

—¿Estás segura? ¿Y tu salud?

—Mi doctora dijo que puedo viajar mientras me cuide,

descanse, y no esté bajo mucho estrés.

Y estar lejos de ti me haría más daño que cualquier avión.
No estoy enferma. Estoy embarazada, Joseph. No me subestimes.


Él la abrazó con fuerza, con esa mezcla de alivio,

miedo y amor que sólo se conoce cuando estás a punto de perder algo valioso.

—Gracias —susurró—. Por elegirme, por elegirnos… incluso con todo en contra.


Esa noche, comenzaron a planificarlo todo: médicos en cada ciudad,

momentos de descanso para Lili, la posibilidad de llevar a

Anyu con ellos como apoyo, los espacios donde ella

podría descansar sin ser presionada.

Lili miró el mapa de la gira con los ojos brillantes.

—La primera parada es Tokio… ¿recuerdas cómo hablábamos de ir juntos?

Joseph le tomó la mano.

—Esta vez no será un sueño postergado.


Esa misma noche, compartieron la cama sin urgencias, sin grandes gestos,

solo abrazados, con sus respiraciones sincronizadas.

Lili, entre susurros, dijo:

—No sé qué pasará, pero si tú me sostienes… puedo con todo.

Joseph, con la voz ronca y cargada de emoción, respondió:

—Esta vez no te suelto. Lo juro.

Y mientras la madrugada avanzaba, las luces apagadas y la ciudad dormía,

dos almas que habían estado rotas, tejían con decisión una nueva forma de amar:

caminando lado a lado, sin esconderse más del mundo… ni el uno del otro.



 Capítulo 178: No es un adiós

La maleta ya estaba cerrada.
Los boletos impresos, los pasaportes listos, y el itinerario enviado a

todos los miembros del equipo.
Faltaban solo unas horas para que Lili y Joseph abordaran el avión rumbo a Tokio,

la primera parada de la gira.

Lili estaba en su habitación, sentada en el borde de la cama,

mirando el anillo en su dedo.
La casa se sentía extrañamente silenciosa.

Tocaron la puerta con suavidad.
Era Anyu.

—¿Molesto? —preguntó en voz baja.

—Nunca tú —respondió Lili con una sonrisa cansada—. Pasa.

Anyu se sentó a su lado. Ninguna dijo nada por un momento.

Solo respiraban juntas.

—¿Estás bien? —preguntó la mayor,

girando el rostro para verla de frente.

—No lo sé —respondió Lili—. Estoy feliz, sí.

Estoy emocionada. Pero también… tengo miedo.

Anyu la tomó de la mano.

—Es normal. Has pasado por más de lo que

muchas personas viven en una vida entera.
No tienes que estar fuerte todo el tiempo.

Lili soltó una risa entre lágrimas.

—Lo intento, pero a veces siento que me estoy rompiendo en partes pequeñas.

—Y cuando pase, estaré aquí para ayudarte a juntar cada pedazo otra vez.


Lili se recostó sobre el hombro de

Anyu como cuando era niña, como cuando lloraba por

Zess y el mundo parecía demasiado grande.

—Gracias —murmuró—. Por no dejarme sola.

Por ver lo que otros no veían. Por quedarte cuando hasta yo quería irme.

Anyu le acarició el cabello.

—Tú eres mi familia, Lili. No por ser la hermana de Zess.

No por compartir mil memorias. Sino porque te elegí.
Y te seguiré eligiendo, incluso cuando estés en otro continente.


—¿Y si no puedo con todo esto allá afuera? —preguntó Lili con los ojos vidriosos.

—Entonces vuelves —respondió Anyu sin dudar—. Y aquí estaré.
Pero, Lili… no subestimes lo fuerte que te volviste.

Ya no eres la niña que soñaba tras una pantalla.

Ahora eres la mujer que escribe sus propias canciones.


Al despedirse en la puerta, Lili la abrazó con tanta fuerza que ambas rompieron en llanto.

—No es un adiós —dijo Lili—. Solo un… hasta pronto.

—Y cuando vuelvas —respondió Anyu con una sonrisa temblorosa—,

tendrás que contarme todo. Absolutamente todo.
Incluyendo si el bebé tiene el carácter de Joseph o tu drama dominicano.

Ambas rieron, entre lágrimas.

Y entonces Lili subió al auto, con Joseph tomando su mano,

rumbo a una nueva etapa de su vida.
Pero con una certeza invencible en su corazón:

Siempre tendría un hogar donde volver. Y una amiga que jamás la soltaría.


✈️ Capítulo 179: Más de 10 horas sin aire

Lili se apoyó en el asiento, intentando encontrar una posición que

no le doliera la espalda ni le adormeciera las piernas.
Joseph, a su lado, la observaba con preocupación por décima vez en menos de una hora.

—¿Quieres cambiar de asiento? —preguntó él,

unque sabía que estaban en primera clase y ya no había muchas opciones.

—No. Quiero una camita, una ducha caliente y estar en el suelo, que no se mueve.

Este avión no tiene eso, ¿verdad?

Joseph soltó una risita, tratando de suavizar la tensión.

—No… pero tengo una almohada,

dos frazadas y la capacidad de darte masajes en los pies si me dejas.

Lili lo miró con los ojos entrecerrados.

—¿Y por qué no empezaste con eso?


A las cuatro horas de vuelo, Lili ya se había levantado a caminar dos veces.
El doctor le había recomendado moverse cada cierto tiempo,

pero caminar por un avión con turbulencias no era exactamente cómodo.
Además, algunos pasajeros la reconocían.

Algunos la miraban con disimulo. Otros, sin filtro.

—¿Ese no es Joseph Tamashi?

—preguntó una chica en voz alta mientras lo señalaba—.

¡Y la que está con él es…!

Lili se giró con una sonrisa diplomática y se

volvió a sentar junto a Joseph, susurrando:

—Me voy a convertir en un meme en pijamas

con crocs y cara de avión.

—Ya lo eres —respondió él sin pensar, y

enseguida se corrigió—. ¡Digo, ya eres un ícono! De los memes más adorables…

Ella lo golpeó con una almohada.

—Eres el peor.

—Soy tu peor. Y estás atrapada conmigo por más de 10 horas.


Durante el tramo más largo del vuelo, Lili intentó dormir.

Joseph la cubrió con una manta, le ajustó la

almohada en el cuello y se quedó despierto solo para verla descansar.
Sus dedos acariciaban su brazo con cuidado.
Cada tanto, ella se removía, murmuraba cosas que no entendía.

—¿Qué susurras, princesa? —le dijo en voz baja, mientras la abrazaba.

—...Plátano maduro... con queso… —murmuró Lili, sin abrir los ojos.

Joseph se tapó la boca para no reír en voz alta.

—Claro. Anotado. Cuando lleguemos a Japón,

lo primero será buscar plátano maduro con queso.


Horas más tarde, cuando el avión por fin empezó a

descender sobre tierras niponas,

Lili abrió los ojos con una mezcla de cansancio, ansiedad y emoción.

—¿Ya llegamos?

—Casi —respondió Joseph—. Aguanta un poquito más.

Tu aventura en Tokio apenas empieza.

Ella lo miró, despeinada, ojerosa,

con la camiseta arrugada y la presión de 14 horas de vuelo sobre los hombros.

—Quiero una tina, arroz caliente y mis pies de vuelta.

—Lo primero que haremos será llevarte al hotel,

promesa de esposo sin anillo.

—¡Tengo anillo! —gritó Lili, alzando la mano medio dormida.

Los pasajeros cercanos se rieron. Joseph también.

Y en medio de las incomodidades,

las pequeñas burlas, el cansancio y el amor, aterrizaron.
No como ídolos. No como figuras públicas.

Como dos personas decididas a no separarse más.

🛬 Capítulo 180: Aterrizar no siempre es llegar

El piloto anunció el aterrizaje con esa voz serena que

no transmitía ni el cansancio del viaje ni las piernas adormecidas que

Lili llevaba encima.
Joseph le acomodó el cinturón con delicadeza.

Ella le sonrió con los ojos entrecerrados, medio dormida,

medio harta del vuelo más largo de su vida.

—¿Lista para bajar?

—Estoy lista para que me cargues.

Joseph rió. La verdad es que lo habría hecho con gusto,

pero los flashes lo detuvieron antes de que pudiera siquiera tomarle la mano.


El aeropuerto estaba más lleno de lo esperado.
No una multitud desbordada, pero sí un grupo

numeroso de fans y medios que sabían de su llegada.

La mayoría estaban por Joseph, claro.

Pero no faltaban carteles con mensajes como:

“¡Mia es Lili, siempre lo supimos!”
“La voz que nos salvó: Bienvenida a Japón, Lili Tamashi”.

Lili tragó saliva.

Joseph la rodeó con el brazo, protegiéndola del

contacto directo sin impedir que algunos fans pudieran acercarse.

Una adolescente con un cartel de “Gracias por no rendirte” se le acercó temblando.

—¿Puedo… abrazarte?

Lili dudó por un momento. Tenía sueño, dolor en la espalda,

y una náusea que amenazaba con volver.

Pero sonrió, extendiendo los brazos con suavidad.

—Solo un poquito, ¿sí?

La chica lloró al hacerlo.

—Gracias por tu música. Gracias por no irte del todo.

Joseph sintió cómo la garganta se le apretaba.


Salieron por la puerta lateral, rodeados de personal de

seguridad y del equipo de organización del evento.

Cuando subieron a la camioneta que los llevaría al hotel,

Lili se desplomó en el asiento.
Se quitó las gafas, soltó el cabello y suspiró como si llevara

años conteniendo el aire.

—¿Estás bien? —preguntó Joseph, tomándole la mano.

—Estoy... agotada. Pero también… no sé, ¿orgullosa?

—De ti. De todo lo que lograste.

—No. De nosotros —corrigió ella—. Porque seguimos aquí.

Porque no me soltaste. Ni siquiera cuando yo no me reconocía.

Joseph besó su mano en silencio.


Al llegar al hotel, el personal los esperaba con reverencias y discreción.
Lili apenas saludó con la cabeza.
Joseph no la dejó caminar mucho.

En cuanto estuvieron en la habitación, se arrodilló y le quitó los zapatos.

—¿Sabes qué necesito? —dijo ella,

desplomándose sobre la cama sin deshacerla.

—¿Qué?

—Una bañera caliente. Y que te metas conmigo.

Joseph arqueó una ceja.

—¿Tú no eras la que hace 10 minutos decía que quería dormir por 14 horas?

—Cambios de planes.

Tú trajiste ese aceite para masajes que huele a vainilla. ¿Sí o no?

—Sí.

—Entonces te quedan dos opciones, Tamashi:
Una, darme el mejor masaje de mi vida.
O dos, darme el segundo mejor y luego dejarme dormir como un tronco.

Joseph se rió bajito, mientras iba por el aceite.

—¿Y si te doy el mejor masaje y te dejo dormir como una princesa?

—Te casas conmigo otra vez.

—Ya lo hice tres veces —respondió él—.

Pero haría una cuarta solo para verte sonreír después de un vuelo de 14 horas.


Esa noche no hubo entrevistas.
Ni cámaras.
Ni nuevas canciones.

Solo dos personas compartiendo el mismo techo,

el mismo cansancio y el mismo amor silencioso.

A veces, aterrizar sí es llegar.