🩸 Capítulo 261 – El Precio del Juego
Redes sociales – 8:15 a.m.
#LiliLaDespreciada
#KaoriYElNiñoDeLaEsperanza
#LaOtraNoRecibióNiUnaFlor
Las redes ardían. Lili no podía evitar leer. Todo estaba lleno de memes,
titulares crueles, opiniones llenas de odio.
La escena del niño ignorándola se había vuelto viral.
Algunos la llamaban “el karma”, otros simplemente repetían
los titulares como loros hambrientos de morbo.
Joseph entró al cuarto y le quitó el celular sin pedir permiso.
—Ya basta. No puedes seguir viendo esta mierda, Lili.
Ella solo miró al suelo.
—Es solo ruido, ¿verdad? Pero igual duele.
Mensaje entrante – Kaori
“Ven sola. Al club de natación Blue Fish.
Necesitamos hablar. No le digas a Joseph. Tú y yo, como mujeres.”
Ella solo lo mostró en silencio. Joseph lo leyó. Lo arrugó mentalmente.
—No. Ni de relajo. Es otra trampa. ¿Tú viste lo que hizo ayer?
—Lo sé. Pero voy a ir. Y no estaré sola.
Joseph apretó la mandíbula.
—¿Y si pasa algo?
—Confía en mí.
📍11:38 a.m. – Afueras del club de natación
Alex acomodaba los micrófonos en el escote del vestido suelto de Lili.
Anyu le aseguraba el anillo con el botón de pánico.
Joseph no podía parar de caminar de un lado al otro.
—No me gusta esto —decía una y otra vez.
—Ya estamos listos —dijo Alex con voz firme—. Todo se graba,
todo se transmite en privado. Si algo pasa, entramos.
Lili respiró profundo. Sentía un nudo en la garganta,
pero no tenía miedo. Estaba cansada.
Cansada de esconderse, de aguantar, de callar.
Entró sola.
📍Interior – Zona de piscina
El lugar estaba extrañamente vacío.
Kaori flotaba en el agua como si no tuviera una guerra
activa con la persona que acababa de entrar.
Usaba un traje de baño blanco, el mismo que usó en una sesión de fotos años atrás.
—¡Lili-chan! —dijo con esa sonrisa que nunca fue sincera.
Lili no respondió. Se quedó parada en la orilla.
Observándola como quien mira a un enemigo sin nombre.
Kaori salió del agua lentamente, con esa actitud de diva profesional.
Caminó hasta donde estaba Lili, empapada, con paso teatral.
—Yo solo quería darte las gracias —dijo con dulzura falsa—.
Gracias por mostrarle al mundo quién eres en realidad. Por ser tan... fácil de derribar.
Lili no dijo nada.
Kaori se acercó más. Bajó la voz.
—Sabes... Joseph solía morderme justo aquí —dijo tocándose el cuello—.
Dudo que te bese así ahora con esa panza tuya...
Nada. Ni un gesto. Ni un parpadeo.
Kaori comenzaba a impacientarse.
Entonces se alejó unos pasos hacia las escaleras metálicas
que daban a la piscina. Todo estaba preparado. Las cámaras ocultas.
El ángulo perfecto. El “accidente” planeado.
—¿Sabes? Eres tan predecible, Lili.
Tan fácil de provocar. Me encantaría que me empujaras...
solo un poco. Así la gente vería que estás loca. Inestable.
¡Peligrosa para un niño!
Lili la miró fijamente.
—No voy a tocarte. No necesito hacerlo. Ya tú sola te estás pudriendo.
Kaori sonrió, falsa.
Comenzó a simular que bajaba las escaleras.
Pero cuando volteó a gritar algo más, no vio que
Lili había dado un paso hacia adelante, y al girar,
una ligera capa de humedad en el suelo bastó.
El tobillo se le dobló, perdió el equilibrio y empujo a Lili.
El cuerpo de Lili cayó por los cuatro escalones metálicos,
y su espalda golpeó el último.
El sonido fue seco. Brutal.
—¡LILI! —gritó Kaori, paralizada, no por preocupación,
sino por el error: ese no era el plan.
Desde la camioneta, Joseph y Alex vieron la imagen en
la pantalla de la transmisión privada.
—¡Mierda, mierda! ¡ENTREN YA! —gritó Joseph abriendo la puerta sin esperar a nadie.
📍Instantes después – Zona de piscina
Lili se retorcía en el suelo húmedo donde se formaba un gran charco de sangre
—¡Mi bebé! ¡Joseph! ¡Joseph! —lloraba sin control—.
Me duele... me duele la barriga...
Kaori se congeló. No hizo nada.
Joseph llegó primero. Se arrodilló sin importar que se mojara entero.
Lili se aferró a él como si fuera su último salvavidas.
—Me duele... está sangrando... Joe... nuestro bebé...
—Tranquila, tranquila, mi amor... ya vamos, ya vamos —la alzó en brazos con fuerza.
Anyu llegó detrás con el bolso de emergencia.
Alex gritaba órdenes.
—¡Llamen a la ambulancia! ¡Ya mandé la ubicación! ¡Joseph,
directo al hospital si no llegan rápido!
Kaori estaba en shock.
—Yo... yo no... eso no...
Joseph la miró con un odio seco.
—No digas ni una sola palabra. Ni una.
📍En la ambulancia – minutos después
—¿Está bien? —Joseph le preguntaba una y otra vez al paramédico.
—La estabilizamos. Pero está sangrando. Hay que monitorear al bebé.
Lili solo lloraba. No hablaba. Se abrazaba el vientre.
—No te vayas... —susurraba entre sollozos.
Joseph le besó la frente.
—No me voy a ir. Nunca más.
🩸 Capítulo 262 – Antes de Tiempo
Hospital Universitario de RD – Unidad Materno-Fetal Intensiva
Dos horas después del ingreso de Lili
—¿Por qué sigue sangrando? —la voz de Joseph era firme, contenida,
pero llena de desesperación.
El médico jefe, el doctor Rafael, lo miró con gravedad. Detrás de él,
una enfermera le ajustaba el suero a Lili que respiraba entre jadeos,
sudando, el rostro blanco como papel.
—La caída fue más grave de lo que esperábamos.
El útero está muy comprometido.
Si no controlamos la hemorragia en los próximos minutos…
—hizo una pausa—. Tendremos que adelantar el parto.
Joseph apretó los dientes.
—¿Cuáles son las probabilidades?
—Ella puede morir. El bebé también. Pero si no actuamos, los perderemos a ambos.
—¡Entonces háganlo! ¡Háganlo ya! —Joseph gritó por primera vez desde que entraron.
Lili entreabrió los ojos. Lo escuchó todo.
—Joe...
—Estoy aquí —se acercó de inmediato y le sujetó la mano.
—Haz lo que tengas que hacer —susurró ella—. No dejes que me duerma... no quiero morirme sin ver a mi bebé...
Joseph se tragó el nudo. La besó en la frente.
—No vas a morirte, carajo. No hoy.
🏥 Sala de partos – 17 minutos después
Las luces blancas de la sala eran como cuchillas en los ojos de Lili.
Estaba débil. Apenas podía mantener la conciencia.
Joseph no podía entrar. Lo tenían esperando fuera con una bata,
cubrebocas, y las manos temblando.
Alex y Anyu llegaron corriendo. Anyu lo abrazó sin decir nada.
Sólo lo sostuvo. Y Joseph se dejó sostener.
—
En el quirófano...
—Presión bajando —avisó una enfermera.
—Corte inmediato —dijo el obstetra—. Cesárea de emergencia. ¡Ahora!
Lili ya no respondía. Solo sentía frío, mucho frío.
—Incisión.
—Sangrado aumentado.
—¡Fórceps!
—¡Tengo cabeza...!
Silencio.
Un llanto agudo llenó la sala.
—¡Es una niña!
Pero nadie celebró. Porque apenas 20 segundos después...
—¡Hay otra! ¡Otra cabeza! ¡Ella estaba embarazada de gemelos!
Los médicos se miraron.
—¡Saca al segundo ya!
Un llanto más grave se escuchó entonces.
—Es un niño.
Y Lili aún no despertaba.
🩺 Sala de recuperación – 2 horas después
Joseph estaba sentado fuera. Roto. Mudo.
El doctor salió.
—Ambos bebés están vivos. En incubadora, pero estables. Niño y niña.
Joseph se puso de pie con lentitud.
—¿Ambos?
—Si estaba embarazada de gemelos— dijo el doctor
—¿Y Lili?
—Perdió mucha sangre. Está viva, pero inconsciente.
Necesita descanso y vigilancia extrema.
Joseph no lloró. No en ese momento.
Caminó hasta el cristal donde estaban los incubadores.
Los vio.
Dos pequeños cuerpos llenos de cables. Su hija. Su hijo. Dos. No uno.
Puso una mano en el vidrio.
—Lo lograste, Lili —susurró, quebrado—. Lo lograste, carajo...
🛏 Habitación 23 – Varios días después
Lili abrió los ojos. Apenas.
Anyu estaba sentada al lado. Joseph dormía en el sofá
con la cabeza baja y las manos juntas como en oración.
—¿El bebe? —preguntó Lili con voz ronca.
Anyu le sonrió. Tenía los ojos hinchados.
—Están vivos. Hermosos. Son dos, Lili. Un niño y una niña.
Ella no lloró. Solo se quedó en silencio, mirando al techo.
—¿Y Joseph?
—No se ha ido ni un segundo.
Lili giró el rostro lentamente hacia él. Lo vio, tan roto, tan humano.
—¿Me equivoqué, Anyu? ¿Al pelear? ¿Al enfrentarla?
—No —dijo Anyu con firmeza—. Kaori cruzó una línea que ahora no podrá borrar.
📱Redes sociales – 11:59 p.m.
Tendencia mundial #FuerzaLili
“Reportes indican que la artista Lili Saito,
pareja del cantante Joseph Tamashi,
acaba de dar a luz de emergencia a gemelos tras complicaciones médicas.
Ambos bebés están vivos. La madre sigue en cuidados intensivos.
Esta situación ocurre días después de una caída durante un encuentro con Kaori ”
Y entre los mensajes de odio... comenzaron a aparecer mensajes de apoyo.
Capítulo 263– No pudieron destruirnos
Las noticias corrieron como fuego en un pastizal seco.
“Lili Saito fue hospitalizada de emergencia
tras un accidente en un centro deportivo.”
“Posible aborto tras encuentro con Kaori.”
“Se filtra audio donde Lili clama por su bebé entre lágrimas.”
La prensa amarilla no tardó en armar titulares sensacionalistas,
otros medios más serios exigían explicaciones, y las redes sociales se
inundaban de etiquetas como #FuerzaLili, #KaoriAsesina, #JusticiaParaLili.
En el hospital, Joseph no se despegaba del cristal que separaba a sus hijos del mundo.
Dos.
Un niño y una niña.
Ambos con respiradores, cables diminutos conectados a monitores,
y cuerpos tan frágiles que daban miedo.
Habían llegado dos meses antes de lo esperado,
forzados a nacer por culpa de una caída que pudo haber acabado con ellos…
y con su madre.
Joseph no lloraba. No podía llorar. No había espacio para eso.
Tenía que estar de pie. Porque si se quebraba,
¿quién sostendría a Lili cuando despertara?
Lili seguía dormida, pálida, conectada a sueros y monitores.
Los médicos habían logrado detener la hemorragia,
pero su cuerpo aún estaba exhausto.
Había sobrevivido.
Pero a qué costo.
En otra parte de la ciudad, Kaori caminaba de un lado a otro de su suite de hotel,
apretando los dientes.
—¡¿Cómo es posible?! —gritó, arrojando su copa de vino contra la pared.
Su asistente, temblando, sostenía una tablet
con los últimos comentarios del público.
“Kaori planeó todo, ese niño no es real.”
“Lo hizo para hacerla caer y le salió mal.
Esta mujer es peligrosa.”
“Lili casi muere y ahora hay DOS bebés en incubadora.
Kaori, ¿qué más quieres destruir?”
El plan perfecto. Había contratado actores, cámaras ocultas,
manipulado pruebas, controlado el entorno. Y aun así, todo se volvió contra ella.
Porque no había anticipado una cosa:
Lili callo en vez de ella, pero lo peor era que no murió.
Y dio a luz.
—¡Maldita sea! —susurró Kaori—. ¿Qué tengo que hacer para borrarla?
Por primera vez, tuvo miedo. No porque Lili fuera a vengarse.
No. Kaori temía porque el mundo había dejado de creerle.
Mientras tanto, en el hospital, Joseph entraba al cuarto donde
Lili comenzaba a despertar. Su voz estaba ronca,
su piel fría, pero sus ojos…
sus ojos buscaron los de él.
—¿Los bebés…? —preguntó apenas.
Joseph se arrodilló junto a la cama, besó su mano, y asintió.
—Están vivos, Lili… Están vivos.
Ella lloró. No gritó. No tembló. Solo lloró en silencio,
con los ojos cerrados y las lágrimas deslizándose por sus mejillas.
Joseph se recostó junto a ella, abrazándola con sumo cuidado.
La pesadilla no había terminado.
Pero estaban vivos.
Y eso ya era una victoria.
Capítulo 264– “No los veré hasta vengarlos”
—No… no voy a verlos aún —dijo Lili, con la voz firme pero quebrada.
Joseph la miró en estado de shock.
Llevaba días suplicando al personal médico que le
permitieran ver a los bebés al menos una vez. Y ahora que podía, lo rechazaba.
—¿Cómo que no, Lili? Amor… están vivos, están luchando…
—¡Y casi mueren! —gritó. Se incorporó en la cama,
a pesar del dolor en el vientre y el ardor punzante de la cirugía—.
¡Casi mueren por esa maldita mujer y su show!
¡Por la mentira que todos se tragaron! No los voy a ver…
¡No! No sin asegurarme de que esto no va a quedar así.
Anyu, que estaba en una esquina del cuarto con los ojos llenos de lágrimas, se acercó.
—Lili…
—¡No! —interrumpió ella—. Anyu… tú estuviste ahí. Viste cómo caí. Cómo esa mujer me empujó con sus palabras, con su plan. Si yo hubiera estado de cinco meses… o cuatro… quizás no estarían vivos ahora. Y el mundo seguiría viendo a Kaori como víctima. ¡Eso no puede seguir!
Joseph bajó la cabeza, derrotado. El miedo en su rostro no era por Kaori. Era por Lili. Estaba al límite.
—¿Qué quieres hacer?
Lili lo miró con la determinación que solo se forja con el sufrimiento.
—Quiero que se hunda.
El teléfono de Joseph vibró en el bolsillo de su chaqueta. Contestó de inmediato al ver el nombre en pantalla.
—¿Sra. Lidia?
—Joseph, hijo… ¿cómo está mi niña? ¿Cómo están los bebés?
Joseph le explicó todo. No ocultó nada. Lidia no lloró. Solo suspiró al final.
—Sabía que esa mujer era un demonio disfrazado.
Hubo una pausa.
—Joseph… estaba limpiando la habitación de Zess.
Iba a donar algunas cosas, pero cuando abrí un viejo baúl encontré algo.
Un registro legal. Zess lo había guardado en papel y digital.
Un documento firmado por él…
el registro original de la canción "Susurros a la Distancia".
Joseph se quedó en silencio.
—¿Registrado por él? ¿No por el canal? ¿Ni la empresa?
—Por él. A su nombre, con fecha, con firma.
Y lo cedió a nombre de Lili. Tiene todo…
y está legalizado. Nunca lo mencionamos porque no era importante… hasta ahora.
—Kaori la versionó —murmuró Joseph con rabia—.
¡Y sin alma! La desarmó para usarla como propaganda. ¡Dios… esto puede cambiar todo!
Lili lo escuchaba todo desde la cama. Se le llenaron los ojos de lágrimas.
—Zess… —susurró—. Hermano, todavía me cuidas…
—Lili —dijo Anyu con firmeza—. Con esto podemos comenzar. El plagio es real, y legalmente, la canción es tuya. Podemos movernos.
—Hagan lo que tengan que hacer —dijo Lili, con una calma feroz—.
Pero no me traigan a mis bebés aún… hasta que esa mujer comience a caer.
Joseph la besó en la frente.
—Entonces… caerá.
Capítulo 265 – “Entonces, la guerra comienza”
La habitación de hospital estaba en silencio.
Solo el zumbido del monitor cardíaco y el goteo del suero acompañaban la escena.
Joseph sostenía la carpeta que le había mandado escanear Lidia desde Bonao.
El documento original, firmado por Zess, estaba allí. Con fecha, con rúbrica,
con testigos. Todo legal. Todo real. Todo suyo.
Lili, aún convaleciente, no podía moverse mucho.
Pero su mirada ya no era de una víctima.
Era de alguien que sabía exactamente lo que había que hacer.
—Alex —dijo Joseph sin levantar la vista—. ¿Llamaste al abogado?
—Sí —respondió el chico desde el sillón—.
Está en camino. El mejor en derechos de autor y manejo de imagen pública.
Trabajó en demandas de plagio de artistas grandes.
Y tiene contactos en Corea, Japón y RD.
Anyu entró en ese momento con dos cafés.
—La abogada de Kaori está moviendo influencias para frenar cualquier demanda, pero si tenemos el original, registrado por Zess,
ella no tiene derecho sobre la canción.
Y si manipuló el audio del niño… eso es delito.
—Ella no solo manipuló eso —agregó Joseph con frialdad—. Usó a un menor como anzuelo,
mintió a la prensa, me drogó,
y casi mata a Lili y a mis hijos.
—Ya tengo las muestras de sangre y el análisis de toxicología listo —agregó Alex—.
Lo sacamos al día siguiente del incidente del hotel. Encriptado.
Firmado por dos laboratorios. Ni ella ni su gente pueden tumbar eso.
—¿Y el cabello del niño? —preguntó Lili con voz débil.
Joseph sacó un sobre.
—Aquí. La prueba la mandé a hacer en Japón y en un laboratorio privado en Singapur.
Resultado… negativo. No es mi hijo.
Anyu lo miró como si le hubieran lanzado un balde de agua.
—¿Estás seguro?
—Lo tengo por escrito. La prueba no puede ser falsificada porque usé los dos laboratorios
sin contacto entre ellos. El cabello tenía raíz.
Y no tiene ni una sola coincidencia genética conmigo.
Es un montaje. Un jodido show.
Lili apretó los dientes.
—Entonces que ruede.
El abogado llegó cerca del mediodía. Alto, serio, japonés dominicano.
Se llamaba Jake Tanaka-Fuentes. Experto en propiedad intelectual y derecho mediático.
—Vi el caso. He trabajado con artistas acusados de cosas similares…
pero esto es diferente. Ella no solo usó la imagen pública. Ella montó una red de mentiras. Envenenó a la prensa. Fabricó un hijo.
Y atentó indirectamente contra una vida.
Se sentaron todos alrededor de una mesa improvisada en el área de visitas del hospital.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Alex.
—Primero: vamos a demandar a Kaori Hoshikawa
por uso no autorizado de propiedad intelectual,
daño a la imagen pública, fraude mediático,
difamación agravada, falsificación de documentos biológicos,
tentativa de homicidio indirecto
y abuso mediático contra una embarazada de alto riesgo.
Anyu silbó bajito.
—Eso es fuerte.
—Sí, y con pruebas contundentes, ganable —añadió Jake—.
Pero también vamos a filtrar el video de la caída de Lili,
grabado desde las cámaras de seguridad ocultas que Joseph y Alex instalaron.
Joseph asintió.
—Ya lo tenemos encriptado. Con fecha, ubicación,
metadatos y respaldo. Lili no la empujó. Kaori cayó sola…
pero no antes de provocar.
—Eso no será suficiente —dijo Jake—.
Necesitamos testigos. Personas del evento. Seguridad.
Hasta el florista si hace falta. Pero vamos a armar un paquete mediático limpio. Nada de escándalo. Seremos quirúrgicos.
Lili sonrió con amargura.
—Ella usó el escándalo para subir. Vamos a usar la verdad para hacerla caer.
Cuando el abogado se fue, Joseph se acercó a la cama de Lili. Ella lo miró cansada, pero más fuerte que nunca.
—¿Estás segura?
—Lo Estoy. Esto ya no es por mí. Es por Zess. Por nuestros bebés. Por la música. Por todo lo que esa mujer convirtió en un espectáculo barato. Vamos a pelear, Joseph. Hasta el final.
Él asintió. Le tomó la mano.
—Entonces que comience el derrumbe.
Capítulo 266 – “Esto es guerra”
El reloj marcaba las 7:02 AM cuando el nuevo escándalo estalló en las redes sociales.
Kaori Hoshikawa, desde el penthouse de un hotel cinco estrellas en Santo Domingo,
lanzó un video a su canal con un título agresivo y directo:
"La verdad detrás de mi caída. Lili Saito me empujó."
El video, supuestamente grabado por un miembro de su equipo, la mostraba temblorosa, en bata blanca, frente a una cámara con fondo blanco y voz quebrada.
—Yo… no quería hacer esto —comenzó Kaori, con lágrimas
perfectamente coreografiadas—.
Pero… Lili vino a verme. A pesar de saber que había un niño de por medio…
vino furiosa. Me gritó. Me dijo que yo estaba destruyendo su vida… Y cuando me acerqué a calmarla…
simplemente… me empujó…
El video fue editado de forma profesional. Clips breves de Kaori llorando, una toma borrosa de la piscina, una caída mal recortada en cámara lenta… todo para contar una historia falsa, pero emocionalmente poderosa.
Las reacciones no tardaron en llegar. En una hora, el hashtag #LiliLaViolenta estaba en tendencia. En tres horas, el video superaba los 2 millones de reproducciones.
Mientras tanto, en el hospital, Joseph veía el video en silencio desde la tablet de Alex. Lili estaba en la cama, con los ojos cerrados, tratando de no escuchar, pero igual sentía cómo el corazón se le encogía con cada comentario en redes.
—No puedo más con esta basura —soltó Anyu con los dientes apretados—. Esta tipa es una actriz. Una cínica. ¡Y lo peor es que el público le cree!
—Que lo crean por ahora —respondió Jake, el abogado, revisando documentos en su portátil—. Mientras más crean, más fuerte será su caída.
Joseph apagó la tablet de golpe.
—¿Todo listo?
—Todo listo —dijo Jake—. Vamos a lanzar el paquete completo esta misma noche. Pero primero, un paso pequeño: el registro de autoría de “Susurros a la Distancia” firmado por Zess. No lo vamos a gritar. Solo lo vamos a filtrar en círculos legales y prensa especializada. Un aviso de que lo que viene es real.
Alex, desde el sofá, asintió.
—Después del audio de la reunión con Kaori, el metraje de la caída, el análisis toxicológico, y la prueba genética del niño… se acabó el circo.
—¿Y el niño? —preguntó Anyu—. ¿Nadie va a decir nada de ese pobre niño usado como carnada?
—Sí —respondió Joseph—. Pero no hoy. Hoy solo vamos a sembrar dudas. Ella subió muy rápido. Es momento de tirar el primer bloque que sostiene su mentira.
A las 6:12 PM, mientras los medios seguían cubriendo el video de Kaori, la primera bomba estalló desde una cuenta verificada de derechos de autor internacional:
“Nuevo documento legal firmado por el compositor Zess Saito en vida confirma la autoría de la canción ‘Susurros a la Distancia’. Cualquier versión no autorizada será denunciada por plagio. Caso en curso.”
Los comentarios comenzaron a cambiar.
“¿Zess era hermano de Lili, verdad?”
“Espérate… ¿entonces Kaori no tenía permiso?”
“¿Esto será verdad o una defensa legal desesperada?”
A las 8:23 PM, Alex filtró anónimamente el video completo del incidente de la piscina,
editado únicamente para ocultar el rostro del personal de seguridad,
pero mostrando claramente que Lili nunca empuja a Kaori.
Se ve cómo ella se resbala sola en su intento de montar una escena,
y tambien la otra version donde Kaori empuja a Lili.
El video explotó. #KaoriMentira comenzó a posicionarse.
Medios coreanos, japoneses y dominicanos comenzaban a dividirse.
Algunos aún defendían a Kaori, pero el público internacional empezaba a oler algo raro.
Joseph se recostó en la silla frente a la cama de Lili.
—Están cayendo. No tan rápido como quisiéramos… pero están cayendo.
Lili abrió los ojos y lo miró.
—No quiero que solo caigan. Quiero que recuerden por qué nunca debieron tocarme.
Nunca debieron tocar a Zess. Y nunca debieron joder con mis hijos.
Joseph le acarició la mejilla con los dedos firmes, suaves. La miró con ojos ardientes.
No de ternura, sino de una fuerza tranquila y peligrosa.
—Entonces esperemos unos días más. Y después… caerán con todo.
Capítulo 267 – “Quiero verlos”
—Me duele el culo —soltó Lili sin rodeos, mientras empujaba
la puerta de la habitación del hospital para salir al pasillo.
Joseph alzó la vista desde el sofá donde estaba revisando su celular,
pero no dijo nada enseguida. Solo la siguió con la mirada mientras
caminaba con lentitud, la bata medio abierta, el cabello desordenado y los pies arrastrando las chanclas del hospital.
—Y la espalda, y las piernas, y la cabeza —añadió mientras se agarraba a la baranda del pasillo—. ¿Cuántos días tengo aquí, Joseph? ¿Una semana? ¿O ya vamos para el mes?
—Una semana y tres días —respondió él, acercándose despacio—. Pero estás bien, y eso es lo que importa.
—No estoy bien —lo cortó ella, girándose con un gesto cansado—. Estoy harta. Harta de estar acostada, de que cada vez que me muevo me duela hasta el alma. Harta de sentir que me estoy pudriendo aquí adentro mientras los otros me miran como si fuera de cristal.
Joseph no dijo nada. Se acercó y le pasó el brazo por los hombros. Ella lo permitió, aunque no lo miró.
—Quiero verlos —susurró—. Quiero ver a nuestros hijos. No por fotos, ni por videos. Quiero verlos de verdad. Tocarlos. Olerlos. Escucharlos llorar… aunque sea con uno de esos gorritos feos que les ponen.
Joseph asintió en silencio.
—Lo pediré esta misma tarde. Vamos juntos.
Lili asintió también, pero aún sin mirarlo. Se apoyó en él, pesada, agotada. Y entonces, casi como si se le escapara sin querer, lo dijo:
—Ya tengo los nombres.
Joseph la miró de reojo, curioso.
—¿En serio?
—Sí. Me los guardé… no sé por qué. Quizá por miedo, por inseguridad, por toda esta mierda que nos rodea. Pero ya estoy cansada. Se los voy a decir.
Joseph le dio un pequeño apretón en el hombro.
—Dime.
Lili tragó saliva.
—La niña se llamará Liney. Me vino en un sueño.
Suena delicado, pero fuerte. Como la melodía que compusimos tú y yo, la que nunca publicamos.
Joseph sonrió levemente.
—Me gusta. ¿Y el niño?
—Leilad —dijo ella, y por fin lo miró a los ojos—. Lo escribí con “d” al final porque me gusta cómo suena cuando lo digo. Leilad… como un eco suave. Como un susurro que no se rompe.
Joseph soltó una risa bajita, pero genuina.
—¿Liney y Leilad? Suenan a nombres de estrellas. A nombres de niños que van a dejar huella.
—¿Estás de acuerdo? —le preguntó, esta vez con un hilo de miedo en la voz—. Porque si no te gustan, podemos pensar otros. No quiero que…
—Lili —la interrumpió él—. Son perfectos. Son suyos. Son tuyos. Y eso ya los hace especiales.
Ella bajó la mirada. Por primera vez en días, se permitió una pequeña sonrisa. Cansada, pero verdadera.
—Quiero verlos esta tarde. Aunque sea un minuto. Me pondré la bata, el gorro, lo que sea. Pero necesito saber que están bien, que están ahí. Que no fue solo una pesadilla con final extraño.
Joseph la abrazó con fuerza, apoyando la barbilla sobre su cabeza.
—Esta tarde, amor. Te lo prometo. Vamos a ver a Liney y a Leilad.
Capítulo 268– “Por fin”
Habían pasado casi dos semanas desde la caída. Diez días entre dolor, miedo, sangre, silencio y esperanza. Diez días que para Lili habían sido un infierno emocional disfrazado de reposo.
Pero esa tarde, cuando la enfermera entró con la mascarilla en la mano y le dijo “ya puede pasar a neonatología”, algo en ella se rompió.
—¿Ya? —preguntó con la voz entrecortada, como si no se lo creyera.
—Sí. Vamos despacio. —La enfermera sonrió—. ¿Listos?
Joseph estaba justo a su lado. No tuvo que decir nada. Solo la ayudó a levantarse, le puso la bata estéril con cuidado, ajustó la mascarilla sobre su rostro y le tomó la mano.
Lili no hablaba. Pero sus ojos hablaban por ella.
El camino hasta neonatos fue corto, pero a ella le pareció eterno.
Las paredes blancas, el zumbido de los monitores,
el olor a alcohol y a plástico desinfectado.
El sonido bajo de otros bebés llorando. Todo eso la fue dejando sin aire.
—Tranquila —susurró Joseph, rozando su mano con los dedos—.
Aquí están. Aquí están nuestros hijos.
Cuando cruzaron la puerta de vidrio, el mundo cambió.
Allí, dentro de dos incubadoras alineadas una al lado de la otra,
estaban ellos: Liney y Leilad. Pequeños, frágiles, conectados a tubos diminutos,
con sus gorritos tejidos a mano. Sus pechos subían y bajaban despacio.
Estaban vivos. Respiraban.
Y Lili… se deshizo.
—Dios mío… —fue lo único que salió de su boca antes de que las lágrimas se desbordaran por debajo de la mascarilla.
Temblaba. Literalmente. Todo su cuerpo vibraba, como si algo roto dentro
de ella hubiera sido pegado con cinta, y esa cinta finalmente se despegara del todo.
—Ahí están, mi amor. Míralos. —Joseph no podía ocultar la emoción. Sus ojos también estaban húmedos.
La enfermera le pidió permiso para abrir la incubadora de Liney. Le puso alcohol en gel en las manos, le enseñó cómo acariciarla con la punta de los dedos, con suavidad extrema.
—Hola… —susurró Lili, la voz quebrada—. Hola, princesa. Soy yo… soy mamá.
La piel de Liney era casi traslúcida. Sus deditos eran del tamaño de una uña. Pero cuando Lili la tocó, ella movió la mano, leve. Buscando.
Y ahí, Lili se derrumbó de nuevo. Se llevó la mano libre al pecho,
como si se le fuera a salir el corazón. Joseph le sostuvo la espalda sin decir nada. No hacía falta.
Minutos después, repitieron el proceso con Leilad.
Más pequeño que su hermana, con los ojos bien cerrados y la boquita arrugada como si estuviera molesto por el frío.
—Hola, campeón —le dijo Joseph esta vez, con una ternura que no le habían escuchado jamás—.
Te ves fuerte, como tu mamá.
—Como tú… —corrigió Lili, limpiándose las lágrimas con el puño de la bata.
Por un rato largo, no hablaron. Solo miraron. Tocaron. Respiraron cerca de sus hijos.
—¿Te das cuenta? —murmuró Lili—. Iban a morir.
Pude haber muerto yo también. Y ahora están aquí. Somos padres. Reales.
No de palabra. No de sueños. De verdad.
Joseph no pudo contestar. Solo la abrazó desde atrás, rodeándola con los brazos, mientras ella apoyaba la frente en el plástico de la incubadora.
—Vamos a protegerlos. Pase lo que pase. —Lili lo dijo con una determinación feroz—.
Estos niños no van a crecer con miedo. Ni con mentiras.
Ni con el mundo gritando sobre quiénes deben ser. Vamos a criarlos libres. Juntos.
—Sí —dijo Joseph con firmeza—. Juntos. Siempre.
El sonido del monitor marcó un leve aumento en la frecuencia cardíaca de Liney.
La enfermera sonrió.
—Creo que reconoció tu voz.
Lili soltó una risa, entre mocos, lágrimas y amor. Era la risa más rota y más
completa que había tenido en meses.
Y esa tarde, por fin, Lili sintió que respiraba sin miedo. Por primera vez desde la caída, por primera vez desde la mentira, desde el hospital, desde el caos…
Sus hijos estaban vivos. Y eso era todo lo que importaba.
Capítulo 269 – “Demasiado pequeños”
La puerta se cerró con suavidad tras ella. Joseph la ayudó a volver a su cama de hospital con la misma paciencia con la que había aprendido a tratar cada parte frágil de ella. Ya no era la misma Lili de hace meses. Ni siquiera la misma de hace diez días.
Se sentó. O más bien cayó. Como si el cuerpo la abandonara
apenas tocó el colchón. Tenía los ojos abiertos, pero no decía nada.
Solo respiraba fuerte. Las manos le temblaban.
Joseph se agachó frente a ella y le tomó una. Notó lo helada que estaba.
—¿Te sientes mal? —preguntó en voz baja.
Ella negó lentamente con la cabeza. Pero la respuesta vino después.
No fue inmediata. No había fuerza para respuestas inmediatas.
—Están tan... —le tembló la voz—. Tan chiquitos, Joseph...
Se tapó la cara con ambas manos. Y lloró.
No el llanto de emoción que tuvo cuando los vio. Esto era otra cosa.
Más hondo. Más cansado. Más jodido.
—No deberían estar así —soltó entre sollozos—. Deberían estar conmigo, aquí, conmigo, en mi pecho… escuchándome cantarles.
Joseph se sentó en el borde de la cama. La abrazó sin decir nada.
—Yo debería haberlos tenido en casa, debería haber esperado los nueve meses. Y...
no fue así. ¡No fue así! —gritó con rabia contenida,
golpeando con la palma abierta el colchón—. ¡No fue justo, Joseph! ¡No fue justo lo que pasó!
—Lo sé, mi amor… —susurró él, apretándola más fuerte—. Pero están vivos. Están aquí.
—Pero, ¿a qué precio? —le miró, ojos hinchados, la voz rota—. Mira mis cicatrices… Mira mis pechos, no puedo ni tocarlos… ¡No puedo ni darles leche! ¿Qué clase de madre soy?
Joseph no le contestó de inmediato. No quería mentiras bonitas.
No iba a decorarle la realidad. Pero tampoco podía dejar que siguiera cayendo.
—Eres la clase de madre que sangró por ellos, que casi muere por ellos —le dijo al fin—. Eres la madre que sobrevivió.
Lili bajó la mirada. Sus dedos jugaron con la sábana.
—¿Y si no lo logro...? —preguntó apenas audible—. ¿Y si no puedo soportarlo todo…?
Joseph se inclinó y apoyó la frente contra la de ella.
—Entonces me toca a mí. Me toca cargarte a ti, como tú cargaste a esta familia sola durante tantos meses.
Se quedaron así. Respirando juntos. Ella hundida en sus dudas, él sosteniéndola sin promesas vacías. Solo con su presencia.
Pasaron minutos. Luego Lili rompió el silencio.
—¿Tú crees que me reconozcan cuando estén grandes?
—Van a saber quién eres por cómo les va a latir el pecho cuando te escuchen cantarles.
Lili sonrió débilmente. Una sonrisa rota, pero cierta. Luego,
sin que nadie lo dijera, ambos entendieron que esa noche sería larga.
Joseph se acostó a su lado en la cama del hospital, como había hecho otras veces.
No hablaron más. Solo respiraron juntos. Solo se permitieron existir.
Y esa noche, aunque el dolor seguía, aunque el miedo no se iba, aunque la culpa pesaba…
Eran una familia. Destrozada, cicatrizada, pero completa.
Capítulo 270 – “Sus nombres son Liney y Leilad”
El reloj marcaba las 3:42 de la madrugada.
En la habitación, el monitor del corazón de
Lili seguía haciendo su trabajo. Un pitido suave, constante.
Joseph la observó por largos minutos antes de levantarse.
Dormía, aunque su rostro no tenía paz. Fruncía el ceño incluso al soñar. El cuerpo agotado por la cirugía, por la hemorragia, por la caída...
por todo. Por vivir.
Joseph se agachó, le acomodó la sábana con delicadeza y le dejó un beso en la frente.
—No tardo —susurró.
Salió de la habitación en silencio, sin llamar a enfermera alguna.
Sabía el camino. Lo había hecho tres veces ese día.
Era como si los pies lo llevaran solos.
Pasó los pasillos sin mirar mucho a nadie.
Saludó a una enfermera de turno con una pequeña inclinación de cabeza.
Al llegar a la zona de neonatología,
se desinfectó las manos como era debido, se puso la bata quirúrgica,
el gorro y la mascarilla. Todo el protocolo.
Frente a la incubadora, el tiempo se detuvo.
Allí estaban.
Liney y Leilad.
Apenas del tamaño de su antebrazo, conectados a máquinas,
cubiertos por diminutas mantas, con sus manitas minúsculas cerradas,
como si aún no estuvieran listos para soltar el mundo.
Joseph apoyó la frente en el cristal.
—Hola, mis enanitos…
No esperaba respuesta. Pero la necesitaba. Quería creer que lo escuchaban.
—Yo sé… no era el momento. Ustedes debían estar dentro de su mamá todavía,
calentitos, sin luces ni tubos. Debían haber esperado… pero no se pudo.
Pausa.
—Kaori… nos arrastró al límite. Y sus vidas empezaron así, corriendo,
sangrando, luchando. Como su mamá.
Se limpió los ojos con la manga de la bata. Respiró hondo.
—Liney… Leilad… nombres que ella eligió.
Los tuvo guardados desde que supimos que venía uno.
Solo que vinieron dos. —Una pequeña risa amarga salió de su garganta—.
Ustedes llegaron como sorpresa…
pero no son un error. Son el milagro más jodidamente valioso que tengo.
Se sentó frente a la incubadora. Se permitió llorar sin ruido.
Las lágrimas caían sin control. No eran solo por sus hijos. Eran por todo.
Por lo que pasó. Por lo que perdió. Por lo que sobrevivieron.
—Yo no sé si seré el mejor papá. A veces siento que fallo más de lo que acierto.
Pero una cosa sí la sé… nadie va a tocarlos. Nadie va a herirlos.
No mientras yo esté respirando.
Una pequeña piernita se movió dentro de la incubadora. Joseph se enderezó,
esperanzado. Se rió con la garganta seca.
—¿Viste eso? Ya se están moviendo más que yo.
Volvió a quedarse en silencio.
Pasaron cinco minutos, diez.
Y entonces susurró:
—Quiero que algún día escuchen esta historia. No como tragedia.
No como trauma. Quiero que sepan que su madre es una mujer invencible…
y que yo… yo solo soy el idiota afortunado que tuvo el honor de caminar con ella en este desastre llamado vida.
Se levantó, volvió a acercar su frente al cristal.
Sus dedos tocaron el borde como si pudiera traspasar el vidrio y acariciar la piel frágil de sus hijos.
—Los amo. Los amo más de lo que creí posible.
Y con el corazón hecho pedazos pero también lleno, salió del cuarto.
Tenía que volver con Lili.