Muchos sabemos que por la calle Isabel la Católica en la Zona Colonial está Pizzareli, Segazona, el parque Colón, la Catedral y antiguamente Hard Rock Café, pero quizá pocos hemos notado al pasar un local con paredes cremas, adornadas por la bandera dominicana izada a lo alto y ventanas al estilo colonial, el cual forma a muchos de los artistas visuales de nuestro país: La Escuela Nacional de Artes Visuales (ENAV).
Esta institución de nivel medio en arte de la República Dominicana fue fundada en agosto del año 1942. En ese entonces, quien la dirigía era el escultor español Manolo Pascual. Sus primeros profesores fueron artistas europeos, en su gran mayoría españoles, que llegaron a nuestro país y se dedicaron a dar clases de dibujo, pintura, escultura, ropaje, bodegón, anatomía artística, historia del arte, perspectiva, entre otras que, aún después de 73 años, siguen formando parte del pensum académico de los estudiantes de artes visuales.
Esta escuela forma parte de la Dirección de Bellas Artes del Ministerio de Cultura de la República Dominicana y los requisitos para pertenecer a ella son: haber aprobado el octavo curso y estar cursando el bachillerato. Tiene un cupo limitado, pues se reservan el derecho de ingreso según los resultados del examen de admisión; y, lo que parecería la mejor parte, la escuela es gratis.
Gratis. Esa tiene que ser la palabra favorita del dominicano. Excepto que, cuando lo gratis representa baja calidad, y más en el sector estudiantil, la emoción que nos da el no tener que pagar nada a cambio deja de ser la misma. Me imagino que has oído el dicho, “Si vas a hacer algo, hazlo bien.” Me parece magnífico que haya una institución pública para formar artistas. Pero, ¿por qué hay que dejarla decaer?
“La situación ahí no es para estar ni siquiera trabajando; esa institución no está habilitada para que se esté dando clases.”
A simple vista ENAV parece una escuela apta y organizada, que le da la oportunidad a todos y todas de aprender sobre lo que les apasiona sin limitante alguno. No obstante, el típico caso en donde las apariencias engañan se hizo presente al momento en el que visitamos los cursos que le dan forma a este centro y conversamos con un grupo de jóvenes estudiantes que viven en carne propia la frustración de saber que reciben menos de lo que merecen.
“En la misma escuela, no se incentiva a que se muestren los trabajos, las exposiciones están cerradas, no salen de ahí. El año entero uno se pasa trabajando para que todos los trabajos se queden ahí. La escuela no promueve el trabajo… Sería bueno llevarlo a los pueblos, que la gente conozca que se hace arte. Que las escuelas de bellas artes de todo el país compartan, que hayan intercambio de exposiciones, que haya unidad, eso es lo que yo no veo.”
Sin lugar a dudas, el aire que se respira en esta institución es diferente. Pesa menos y huele más. El yeso, el barro y la pintura que adornan cada rincón con su aroma y presencia son pruebas de que el talento local en artes plásticas es inmenso. Al observar la exposición de los proyectos finales de estos estudiantes es imposible negar que en esta escuela se trabaja, se aprende y se apoya el arte. Esto no es lo que se cuestiona, sino bajo qué condiciones se hace.
Hace unos años recuerdo que fui a un concierto para unirme a las voces que imploraban que se invierta un 4% en la educación. Después de muchas sombrillas amarillas lo logramos, pero, ¿realmente se ha visto un cambio favorable en las áreas de las artes? ¿Es lógico que un aumento de presupuesto implique aulas con bombillos de adorno porque no prenden, o clases de diseño gráfico a mano porque computadoras no hay, o profesores que limiten la creatividad de un alumno porque el pensum no ha ido evolucionando con las artes?
Según nos comentan algunos estudiantes, y por lo que pudimos ver, el espacio físico de la escuela no va de acorde con la cantidad de alumnos que hay, las aulas están deterioradas, no tienen sillas adecuadas para el trabajo que realizan, el servicio de agua es escaso, dejaron de motivar a los estudiantes con premiaciones y becas, y como si fuera poco, el sueldo de los profesores es mínimo comparado con su labor tan admirable.
“Yo sinceramente soy estudiante de bajos recursos, yo me pasé el año entero recogiendo los pedazos de barro que otros botaban. Yo sigo en la escuela porque yo vivo para eso, entonces a mí no me queda nada. Yo tengo que terminar esa escuela sea como sea y me voy a ganar la beca para Chavón porque yo tengo una meta y tengo que cumplirla.”
Pero no todo es malo, porque estos, a pesar de que están en huelga por esta situación, continúan impartiendo sus clases y apoyando al arte.
Una vez entendamos que la enseñanza no sólo implica saber leer, sumar, restar, que Juan Pablo Duarte es una persona y no tres, o que fue Padre de la Patria y no colonizador, esta sociedad será un mejor lugar para vivir.
Hay mucho más en la vida que no se compra con un título de bachiller o universitario, como por ejemplo la paz que te da una canción, o el sentimiento que te transmite una pintura, o las risas que te roba una obra de teatro, o la emoción que te da el poder crear algo que te sale de lo inexplicable y que otros denominan como arte.
“Si yo no tuviera ese deseo ya yo estuviera desanimado si fuera por la escuela, por los mismos problemas de las instalaciones, no está condicionada. Este año yo no he comprado barro. Yo tengo dos años sin comprar barro pero ese mismo deseo me hace conseguirlo; pedir prestado, recogerlo, hacer lo que sea. Pero hay estudiantes que no tienen esa iniciativa, que no tienen recursos, y se van porque no hay nadie que los ayude.”
En definitiva, está estupendo que exista la Escuela Nacional de Artes Visuales, y que sus puertas estén abiertas para todo aquel que tiene la necesidad de expresarse y de aprender sobre lo que le apasiona.
Es un privilegio saber que al menos en el país existe esta institución donde se les da oportunidad a los artistas para que pulan su talento y lleguen a ser la mejor versión de ellos mismos. Pero los dominicanos no somos conformistas, y no sabemos cómo aceptar que un buen esfuerzo se quede a medias.
“Cuando el estudiante sale de la escuela prácticamente no sabe qué hacer porque la educación académica que le han dado allá mismo es como que ‘te solté en el desierto de Sahara, arréglatelas como puedas’. No te dan mercadeo para que aprendas a vender las obras o nociones de cómo vender tu obra o venderte a ti mismo, o presentar un proyecto de trabajo, nadie te habla de eso.”
Tal y como dijo Immanuel Kant alguna vez: “La educación es el desarrollo en el hombre de toda la perfección de que su naturaleza es capaz”. Apoyemos entonces la educación de los artistas para que todo su talento se exprese a su máximo exponente.
Al final no sólo ganarán ellos, sino todos, porque arte somos todos.
“…No hay unidad, no hay nada, cuando se gradúan se olvidan de la escuela, no hay costumbre de tu volverle a la escuela un poquito de lo que ella te dio por cuatro años. Yo pienso en eso. Si yo llego a ser un gran artista, que yo estoy trabajando para eso, yo le voy a devolver a la escuela algo de lo que me ha dado, porque “hay que dar por gracia lo que por gracia recibimos.” Si fuera así todo fuera diferente.”
Información Extra
Algunos puntitos sobre el artículo que se escapan al articulista, quizás por desconocimiento de las instancias que bordean la escuela y el malabar para operar:
1) No es una escuela de estudios superiores. Es una escuela de Nivel Medio.
2) Solo se requiere tener el octavo aprobado, la edad (14) no es requerida, desde que entró en vigencia el Plan de Estudio, del Reglamento de la Formación Artística en 2006.
3) La escuela (o las escuelas de artes) no gozan del privilegio del 4% de Educación, por el contrario somos las chusmas de la cultura y el arte, profesores ganando entre cinco mil y quince mil pesos en clases especializadas en comparación al docente de Educación que en clases ordinaria sustenta un sueldo de 35/45 y tanto mil más por tandas.
1) No es una escuela de estudios superiores. Es una escuela de Nivel Medio.
2) Solo se requiere tener el octavo aprobado, la edad (14) no es requerida, desde que entró en vigencia el Plan de Estudio, del Reglamento de la Formación Artística en 2006.
3) La escuela (o las escuelas de artes) no gozan del privilegio del 4% de Educación, por el contrario somos las chusmas de la cultura y el arte, profesores ganando entre cinco mil y quince mil pesos en clases especializadas en comparación al docente de Educación que en clases ordinaria sustenta un sueldo de 35/45 y tanto mil más por tandas.
Quien entiende un poco del espectro artístico en la República Dominicana, sabe que el proceso del arte, no solo de estudio, sino también de ejercerlo, es empinado y muchas veces muy marginal, pues quien se forma debidamente en su ejercicio, se ve desengañado de un medio en el que no encaja, en el que en la mayor de las veces no se le reconoce el mérito de su formación.
La Escuela Nacional de Artes Visuales (ENAV), es una dependencia, del Sistema Nacional de Formación Artística Especializada (SINFAE), que a su vez es una dependencia de la Dirección General de Bellas Artes (DGBA), y esta del Vice-Ministerio de Creatividad y Participación Popular, el cual es esta instancia, del Ministerio de Cultura.
Toda la burocracia posible se le aplica a la ENAV, porque en la escala de dependencia es la última. Adquirir un bien para adecuar el servicio a los alumnos, algo tan simple como los materiales de mantenimiento (Cloro, desinfectantes, escobas, etc.), pasa por un purgatorio casi imposible. La ENAV debe pedirle al proveedor: 1) RNP/ RNC / Carta de anticipo/ Pago de la seguridad/ Social/ Certificación del pago del ITBI, más la cotización. Luego de recibir del proveedor la documentación que se le requiere el expediente comienza un peregrinaje por varios departamentos de las instancias antes mencionadas, para que cuando llegue al Ministerio, lo devuelvan diciendo que al tiempo de su llegada ya los documentos se vencieron y que hay que reducir la compra a la mitad. Lo cual adquirir una compra para mantenimiento puede tardar varios meses.
El artículo muestra o deja entendido que la ENAV, es la responsable de lo que no puede ofrecer (y no digo, que no tengamos algunas de las responsabilidades entre sus males), mientras un docente, para formar a un alumno, tiene a veces que asumirlo como parte familiar, darle regaños para sacudirlo de la pereza que lo envuelve, decirle que se pude, que se esfuerce, y después de la terapia, entonces darle los contenidos de la materia. Alumnos que llegan de hogares destruidos, que sus padres no los consienten que estudien arte, que no lo aprueban, que no lo apoyan.
La escuela no tiene un mensajero, no dispone de un vehículo de transporte para mover una exposición, y el Ministerio le cuesta aportar lo mínimo que de rigor le aporta a la escuela, y menos va aportar para “itinerar” una muestra de provincia en provincia.
En una entidad, donde el Director tiene que asumir el papel: de Director, mensajero, coordinador académico y hasta psicólogo terapéutico, para mantener operando la escuela y servir a un alumnos que en ocasiones llega con problemas emocionales (incluso algunos medicados, sordos, autista), que se rajan en pleno año escolar, todo porque solicitar lo que la escuela necesita para ofrecer lo necesario a sus usuarios, es un imposible, un fuera de lugar, una necedad para el Ministerio de Cultura.
Se habrá de arar con los bueyes que se tiene, y por suerte tenemos un local, del cual, como van las cosas por la Ciudad Colonial, no dudo que un buen día de esto, algún arrogante poderoso, piense que aquí cabe bien un hotel y arranque la escuela de su sitio, como ya lo hicieron en el pasado cuando funcionaba en el Palacio de Bogellat.
El estado de deterioro de la escuela es la negativa del Ministerio a responder a las demandas de mantenimiento, el cual en esta gestión ha sido nulo completamente. La logística y la dinámica interna de la escuela va un poco más allá del mero hecho de ser un profesor mal pago, un Director sub-utilizado haciendo las trivialidades que las instancias superiores no proveen, o de un alumnos que puede confundirse en creer que el arte se inyecta. El mismo alumno que se cubre de la “pobreza extrema”, que no tiene recurso para trabajar en la ENAV, es el mismo que debe cuadruplicar sus recursos para poder sostener una beca de estudio dada en una entidad como “Chavón”, que le cubre la matrícula pero no lo otros gastos ordinarios que son en realidad cuantiosos.
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